CAPÍTULO 20

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El peculiar olor a azufre aparece, por poco olvidaba el característico olor y la sensación de tristeza que produce el estar en este lugar, mi corazón late de prisa, me arrodillo ante las cenizas intentando encontrar aire, mis pulmones arden.

—¿Estas bien? — Me pregunta Gab con la respiración entrecortada, solo puedo asentir.

—Guau... — Dice Gab pero su voz no refleja emoción alguna.

Me pongo de pie, y observo a Gab que se encuentra con la mirada perdida hacia los árboles.

—¿Qué pasa? — Le pregunto, ni siquiera me mira —¿Gab? — hablo tomándolo del hombro algo extrañada por su actitud.

—¿Eh? — dice confundido una vez lo giro para llamar su atención —¿Qué pasa?

—Lo mismo te pregunto ¿Qué pasa? — lo miro extrañada, Gab actúa muy raro.

—¿Qué no lo oyes? — me pregunta y vuelve a mirar hacia los árboles.

—Me estas asustando — lo tomo nuevamente del hombro. En este me momento me percato y miro a mi alrededor.

¿Y los demás?

Gab afirma oír voces que cantan y ríen pero yo no escucho más que el sonido que provoca la brisa sobre las ramas, ha dicho en varias ocasiones que tiene que ir tras las voces pero no se lo he permitido, antes tendremos que hallar a los demás y bajo ninguna circunstancia nos separaremos. Entiendo que estamos en un lugar muy peligroso, de tan solo imaginar un encuentro con aquella manada de lobos se me erizan los vellos a causa del miedo.

Caminamos en búsqueda de los demás por más de media hora, en vano, no hay ni rastro de ellos, nos sentamos a descansar debajo de un árbol, Gab por fin ha salido de su trance con aquellas voces aunque sigue afirmando que de vez en cuando puede oírlas, es extraño.

Nos acercamos a enorme árbol grisáceo, Gabriel no ha dejado de quejarse porque siente mucho dolor en los pies, nos apoyamos sobre la rustica madera, observo como Gab se sienta y se masaje suavemente los pies sin quitarse las botas, me quedo de pie su lado y observo como de repente se lleva las manos a los oídos desesperado se aprieta fuertemente.

—¿Qué es lo que pasa? Gabriel — le hablo acercándome a su cuerpo y poniéndome a su altura.

—Diles que dejen de llamarme, por favor— dice en un hilo de voz, suena bastante contrariado.

—¿Qué? — digo sin saber qué hacer.

Gab aprieta más fuerte sus oídos y empieza a gritar, bruscamente se pone de pie y se echa a correr, voy tras él y aunque intento pararle él es demasiado rápido y se me escabulle ni siquiera parece poder oírme, corro lo más rápido que puedo, gritando desesperada por detener a Gabriel pero en mi fallido intento lo pierdo de vista.

El ópalo de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora