The Best of Me | • InoTan • |

| 4 - Zuko. |

El despertar de un nuevo día llegó más rápido de lo que pensé. La pesadez en mis ojos dominada por el sueño que todavía tenía, era más fuerte que mi voluntad de levantarme.

Había pasado probablemente de las peores noches de mi vida cuidando de ese mocoso de plástico. Llanto tras llanto, hubo un punto donde el sueño me había abandonado por completo y el insomnio tomó posesión de mi cuerpo. Vaya suerte.

Usando todas las fuerzas que podía recopilar, me levanté poco a poco hasta sentarme en la orilla de la cama. Necesitaba apresurarme para no llegar tarde; pero antes, metería la cabeza en un balde de agua helada. Me negaba a que Tanjirō me viera tan decaído y derrotado por la culpa de Zuko. Él había logrado dominar la situación a la perfección, por lo que si me veía tan desvelado se daría cuenta de que no fui tan fuerte como él... ¡Y eso nunca!

~

14 de Octubre del 2019

Una semana transcurrió desde mi ingreso a Sandcastle. La exigencia de las actividades escolares y el club deportivo me mantenían completamente ocupado y alejado de otros asuntos, tal como lo era mi comunicación con el pelirrojo.

Tanjirō y yo continuábamos con el itinerario acordado para el cuidado de Zuko, pero fuera de eso nuestro contacto era el mínimo. Una parte de mí sentía que lo evadía a propósito, pero otra se negaba a que eso era lo que sucedía. Desde que me enteré de aquel existente rumor que corría sobre él, la incertidumbre me daba vueltas en la cabeza. Sabía que, si me seguía manteniendo cercano a él, no iba a poder evitar ser imprudente en preguntar y eso podría incomodarle; cosa que no deseaba. Lo mejor era guardar distancia y, si en su momento se daba hablar del tema, entonces lo abordaría.

El fin de semana Tanjirō se había llevado a Zuko para cuidarlo; por lo que, por ende, a mí me tocaría llevármelo el próximo. Habría deseado que el fin de semana nunca terminara, la simple idea de volver a cuidar otra noche del bebé era tan irritante; no sabía cómo las personas con bebés reales lograban soportarlos todas las noches.

Como todos los días de lunes a viernes, me quedé hasta tarde en el instituto para entrenar con el equipo. Mi integración con ellos cada vez era mejor, mi progreso se volvió perceptible y el mismo entrenador era quien me lo reconocía. No podía sentirme más orgulloso al respecto.

Había de toda clase de chicos en el equipo una vez que tuve la oportunidad de convivir con cada uno y empezar a identificarlos. Desde los cohibidos y callados, los neutrales con habilidades increíbles, y hasta los engreídos que creían estar por encima de todos. No me molestaba en lo absoluto; porque sabía que nadie era mejor que yo.

Después de culminar el entrenamiento, llegar agotado a casa también se había vuelto una rutina. Pude convencer a mi madre de que mínimo me dejara entrar para quitarme la ropa sucia en el pasillo y no afuera donde cualquier persona que pasara pudiera verme en paños menores. No me importaba mostrar mi buena anatomía, pero era ridículo que siendo mi propia casa tuviera que hacer tal cosa como un vagabundo.

—Llegas justo a tiempo para comer. —Mi madre me recibió en la sala, tomando de inmediato la ropa sucia para lavarla. No perdía un segundo en hacerlo todos los días, decía odiar el hedor producido por la suciedad. —Anda, sube a tomar un baño y baja rápido. ¡Dōma llegará a comer con nosotros hoy! —Expresó con evidente emoción.

Mi padrastro no solía comer con nosotros muy seguido por el envolvente trabajo que tenía; dirigía una empresa destacable con unos socios suyos en el área de moda. Cuando mamá y él empezaron a salir, recuerdo que iba mucho a nuestra antigua casa para cenar; estaba casi seguro de que era gay. ¿Un hombre bien vestido, con extraños ademanes al hablar trabajando en una empresa de moda? Sonaba muy estereotipado.