Capítulo 6

610 11 56
                                    

— ¿Tyre?—repitió con la voz rota, lo sintió acercarse dudoso hacia él.

Su cerebro le gritaba que debía salir de ahí lo más pronto posible pero su cuerpo no parecía dispuesto a responder, por instinto había logrado ponerse de pie, pero después de eso solo pudo mantenerse estático en su sitio. Ni siquiera se atrevió a mirarlo por encima de su hombro, haber escuchado su voz fue suficiente para desarmarlo por completo.

Es verdad que le había prometido a Astrid intentar ver a sus padres, pero sin duda no pensaba que una reunión con ellos ocurriría tan rápido. Definitivamente no estaba listo para encararlos, en realidad quizá nunca lo estaría.

—Tyre, mírame—habló el hombre con un poco más de potencia—, por favor.

El nuevo volumen de su voz lo hizo estremecer, aunque en el fondo aun podía percibir la tristeza y desesperación de antes.

Exhaló con fuerza, lamentándose internamente por lo que estaba por hacer. Las palabras que Astrid le había regalado se repitieron en su mente como un apoyo a la decisión que no estaba seguro si había sido correcta tomar.

Con paso lento y tembloroso comenzó a girarse para encarar al hombre castaño y robusto que se mantenía estático buscando su rostro con la mirada. Una mirada verde que pareció iluminarse cuando al fin se conectó con la suya dejando escapar gruesas lagrimas que terminaron por perderse en su corta barba trenzada.

—Hola...—fue lo único que atinó a decir cabizbajo, por alguna razón se sentía como un niño a punto de ser regañado.

Notó entonces el aspecto demacrado de su padre, las ojeras negras y las arrugas en su frente; su cabello castaño antes brillante ahora estaba opaco y salpicado de canas, incluso podía jurar que había adelgazado un poco. Se preguntó entonces si su madre estaría en la misma condición.

—Hola, hijo—le respondió el hombre reduciendo la distancia que los separaba.

—No—detuvo rápidamente él retrocediendo un par de pasos—, por favor... no te acerques más.

En el rostro de su padre pudo notar como sus palabras lo hirieron obligándolo a abandonar cualquier otro intento por avanzar hacia él.

—Sabía que tarde o temprano podría encontrarte aquí—dijo en su lugar tratando de mostrarle una sonrisa—. Nunca perdí la esperanza de que volvieras.

El azabache bajó la mirada, sentía como su cuerpo dejaba de responderle y sus rodillas temblaban ante la debilidad que le provocaba estar frente a su padre.

—Vengo aquí todos los días después de trabajar—comenzó a relatar para después avanzar en su dirección alertándolo nuevamente y obligándolo a apartarse aún más, sólo entonces notó que él no era el objetivo esta vez—, también vengo con tu madre los fines de semana, para ella aun es difícil—continuó mientras se inclinaba ante la lápida y depositaba un ramo de flores junto a las de él.

— ¿Por qué me cuentas esto?—se atrevió a preguntar intentando que su voz no sonara irritada pues realmente no deseaba seguir hiriéndolo.

—No lo sé—confesó Stoick encogiéndose de hombros—. Supuse que quizá te importaría—añadió tras levantarse para poder encararlo nuevamente—. Después de que vimos que Night Fury regresó, supe que sería cuestión de tiempo para que vinieras, así que visitar a Hiccup también se convirtió en visitarte a ti.

—No lo merezco—murmuró apartando la mirada de la suya, no podía soportar continuar así, no podía seguir escuchando esas palabras tan cargadas de sentimiento y cariño.

Como él había dicho, no las merecía.

—Ty...

— ¡No!—detuvo desesperado, sus manos convertidas en puños en sus costados—, ¿acaso no lo entiendes? ¡Es por mí que él está ahí!—exclamó señalando la fría tumba entre ellos—. Si yo no hubiera sido tan imprudente... Si yo no hubiera permitido que se involucrara... Hiccup no estaría ahí.

The FuriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora