1. Muerte.

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Cojeando lastimosamente se encaminó hacia la puerta. El cuerpo le dolía terriblemente, pero debía salir de esa casa antes que el monstruo de su padre despertara. La noche anterior, como siempre, su padre Tobías Snape había llegado totalmente borracho y al igual que siempre, desde que su pobre madre murió, había recibido una brutal paliza a manos de su progenitor.
El muy maldito sabía dónde golpear. Nunca en el rostro.
Nunca en las manos.
Siempre lugares ocultos de la vista de todos.
Ese era su gran secreto, que guardaba celosamente, aterrorizado de que alguien se enterara. Era demasiado brutal, demasiado vergonzoso.
Arrastrando lentamente su baúl, abandonó su hogar para regresar a su escuela de magia y hechicería Hogwarts.
Severus Snape, a sus quince años había sufrido demasiado. Más que cualquiera de sus vecinos, conocidos o compañeros de colegio.
La única persona en todo el mundo que conocía su sufrimiento era su mejor amiga Lily.
Ella era bruja al igual que él era un mago. Ella le comprendía y le consolaba cuando se sentía colapsar.

Cuando llegó a la estación del expreso a Hogwarts, inmediatamente buscó un compartimento vacío. Ya no podía dar un paso más. Colocó su baúl junto a su asiento y se sentó soltando un gemido de dolor muy poco digno de un slytherin.
Llevaba unos minutos sumido en sus pensamientos, cuando la puerta se abrió de repente dejando entrar a un huracán pelirrojo, que se abalanzó sobre Severus para estrecharlo en un fuerte abrazo.

- ¡Severus! - gritó emocionada la pelirroja, que no era otra que su mejor amiga Lily.
Severus ahogó un grito de dolor y trató de zafarse del abrazo que lastimaba su ya muy magullado cuerpo.
Lily miró fijamente a su amigo y comprendió en el acto lo que sucedía.
Con cuidado, soltó a Severus y se sentó a su lado sosteniendo suavemente su mano.

- Sev... - susurró con lágrimas en los ojos. Lily apretaba los dientes furiosa e impotente por no poder proteger a su amigo.
Severus sonrió con una mueca que denotaba más tristeza que otra cosa.

- Lily tranquila... Estoy bien...yo...yo he decidido que no voy a volver con él. Prefiero dormir en la calle que seguir aguantando tanto dolor...ya...ya no puedo más - dijo en un susurro mientras gruesas lágrimas caían de sus negros ojos.

- Severus, ven a vivir conmigo, mis padres te acogerán, lo sabes. Ellos tienen que saber lo que te está ocurriendo...te...te ayudarán...Sev por favor, permítenos ayudarte - rogó Lily con desesperación. Severus siempre se negó a que alguien más supiera su terrible situación. Su amigo, realmente se avergonzaba de los maltratos recibidos, cosa que entristecía enormemente a la pelirroja.

El día que Lily supo lo que ocurría en la casa de su amigo, Severus casi pierde la vida a manos de su padre, pero aún así, no permitió que le dijera nada a nadie. Aún con su cuerpo entero ensangrentado y con horribles moretones, no consintió que nadie supiera. Así que Lily no pudo sorprenderse más que cuando con un asentimiento, su amigo le dio mudo permiso para informar a sus padres sobre ello.
Lily, con una tierna sonrisa besó la mejilla de Severus. Estaba muy feliz, pues ahora su mejor amigo sería su hermano de verdad.

El tren llegó a su destino, los estudiantes bajaron en grupos y se dirigieron hacia el castillo.
Severus se despidió de Lily en la puerta del Gran Comedor, estaba demasiado cansado para enfrentar al cuarteto de idiotas.
James Potter, Sirius Black, Peter Pettigrew y Remus Lupin...los más conocidos como "los merodeadores", habían hecho de su vida en Hogwarts un infierno. Desde primer curso, cuando James Potter se fijó en la dulce Lily, comenzaron a gastarle bromas cada vez más crueles y peligrosas. Aún recuerda con terror, cuando el curso anterior casi muere a manos de Remus Lupin por gastarle una broma, dejándole a merced del hombre lobo una noche de luna llena.

Lily despidió a su amigo y se sentó en su mesa esperando la cena.

Severus caminó hacia las mazmorras encontrando los pasillos desiertos, pues todos estaban viendo la selección de casa de los de primer año.
Cuando llegó a su habitación, que compartía con Lucius Malfoy y Rabastan Lestrange, vio como de costumbre estaban sus pertenencias al pie de su cama.
Se sentó en el blando colchón y se estiró un poco, descansando sus doloridos músculos.

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