capítulo 4

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Ante esto, Jumin miró a Zen sorprendido, mas no quitó la mano que suavemente lo acariciaba. Mas bien, en reacción cerró los ojos concentrándose en sentir.

Jumin sentía cada dedo por encima de la ropa, por donde pasaba, por donde tocaba... El prácticamente ronroneaba de placer.

Cada zona debajo de la tela ardía y cosquilleaba, dando una sensación excitante.

El de ojos grises quería más.

El albino lo había provocado y ahora él quería poseer cada centímetro de su cuerpo.

Pero sabía que para el otro, sus labios estaban prohibidos.

Ante este pensamiento, abrió los ojos lentamente, con lujuria reflejada en ellos. La cordura brilló por su ausencia esa noche.

Se aflojó la corbata y luego la tiró por alguna parte del sofá.
El otro procedió a desnudarlo lentamente, para darle más erotismo al acto.

Jumin, impaciente, despojó al otro de sus prendas, cegado por el deseo.

- Espera un momento.- Dijo el de pelo claro. Y sacó un abanico de condones.
- ¿Cuál prefieres? Tengo rojo amarillo, verde y dorado, ese es para gente VIP.

Jumin, algo sarcásticamente, escogió precisamente el dorado y tiró a Zen en el sofá de un suave empujón.
Este alcanzó su bolso y sacó un botecito plástico de color rojo, marca Durex, obviamente lubricante.

Jumin se posicionó encima y deslizó el condón hasta abajo.
Zen lo vio y sin decir una palabra, abrió la tapa del bote, y echó el líquido que contenía encima del preservativo, luego se quitó la última prenda que le quedaba, la ropa interior.

El de pelo oscuro separó las piernas del de piel mas clara.

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A la mañana siguiente, Jumin se despertó para encontrarse al albino en la cama,—ya que en algún momento de la velada, fueron hasta ella— el cual tenía una expresión bastante... Interesante.
Parecía que estaba en la quinta nube a juzgar por su cara.

Entonces Jumin empezó a pensar.

Realmente, no cabía duda de que el albino le agradaba, pero la pregunta es, ¿Porqué? Apenas se habían conocido hace dos días y ya estaba siendo engatusado por el de piel clara.

Pero, por una vez en su vida, Jumin decidió no darle más importancia a eso y, como la gente solía decir, el de ojos grises "viviría el momento".

Fue entonces cuando se dirigió hacia la cocina del apartamento—el cual sólo había contenido al de cabellos azabaches y a su padre, cada vez que se le daba por hacer una visita,y por supuesto, al resto de empleados— y de la lujosa nevera sacó unas frutas. Las lavó y ahí se las llevó a la boca.

Poco después de que el azabache empezara a comer, por el pasillo empezó a distinguirse una característica cabellera blanca.

—buenos días, bello durmiente. Vaya horas— Dijo Jumin pegándole otro bocado a su manzana, mientras se reía por dentro.

—¿Como quieres que no duerma hasta tarde si ayer no paraste en toda la noche? La verdadera pregunta es, ¿Realmente pensabas que me iba a levantar temprano?— dijo Zen, al principio serio, pero con la carcajada que soltó el de ojos grises no pudo reprimir una risita también.

—Vale, digamos que tienes un punto en eso.— dijo el de cabellera oscura -aún con una sonrisa en la cara- para después volver a dar otro mordisco a su manzana.—¿Qué te gustaría desayunar, Zen?— dijo Jumin mirando a los hermosos ojos del contrario.

Pretty ZenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora