-- ¿Te gustaría ir a comer algo?-- Propuso Jumin caminando por el centro comercial a lado del muchacho de cabellos de un brillante color perla, sujetando en sus manos unas cuantas bolsas de no-muy-económicas marcas.
—Está, bien... Pero pago yo—Enunció Zen convencido.
—No, de eso nada, señorito—Reprochó el de cabellos oscuros como las sombras.
Ambos rieron.
«...»
No sabemos cómo, pero Zen terminó siendo arrastrado por el contrario a un restaurante bastante caro, si preguntaran por su opinión.
Allí tuvieron todo tipo de charlas, desde unas totalmente triviales, otras más profundas; finalmente, las subidas de tono.
En cuestión de segundos, sus sonrojos eran mutuos y notorios, además de que Zen no paraba de morder sus labios, inconscientemente deseando al de abundante cabellera color noche sin estrellas.
Y, por otra parte, Jumin estaba en las mismas condiciones o peor que Zen, pues el ya estaba deseando hacerle el amor en el baño de aquel lujoso local.
Si, el amor. Jumin desarrolló ciertos sentimientos -al principios desconocidos para este- hacia el de cabellera blanca, peor ahora estaba seguro de que podrían llamarse amor.
Mas no podría ni aunque quisiera, dejar abandonada la mesa sería -como mínimo- sospechoso tanto para el personal del restaurante como para la ruidosa familia en la mesa cercana.
No les quedaba más remedio, debían esperar a llegar a casa.
—¿Desean algo de postre, caballeros? ¿Café, tal vez?—Dijo un camarero, rompiendo el ambiente que se había formado entre los muchachos de color de cabello contrarios.
—No gracias— Dijo Jumin, pues sabía que el postre lo tenía frente a sí, con el nombre de "Zen".
—Yo tampoco, gracias—Concordó Zen.
—Si no le importa, deme la cuenta cuanto antes, buen señor.—Enunció Jumin hacia el mesero, -que respondió con un «como desee», y se esfumó- y después de soltar esas palabras, su atención se posó directamente en Zen, mirándole a los ojos, totalmente excitado.
«...»
Se contuvieron todo el camino de regreso, pero según entrar al interior del apartamento y cerrar la puerta, dejaron que las bolsas calleran al suelo, como si no fuesen nada, y Jumin se lanzó a los brazos de Zen, que se dejó llevar por los besos en el cuello del otro.
A medida que sus cuerpos se calentaban, sus ropas empezaban a quedar esparcidas por el parqué del pasillo, que llevaba a cierta habitación.El dormitorio.
Tras un recorrido de ropas desperdigadas, Zen se sentó en la cama,aunque finalmente terminó acostado en esta, pues el joven empresario había empezado a lamer sus pezones.
Esto, no pasaba por alto ahí abajo, pues ahora los dos estaban "despiertos".
Y con despiertos me refiero a que ambos miembros se rozaban por encima de la tela, excitando a ambos y llevándolos un paso más allá.Jumin, una vez estuvo a la altura de la dura masculinidad de Zen, empezó a quitar las molestas prendas que cubrían lo que él más deseaba en ese momento.
Zen no se quejó, pues la lujuria y pasión inundaban la habitación; y nadie podría resistirse a esa aura erótica creada principalmente por Jumin.
Realmente, ese joven de cabellos oscuros tenía algo especial; algo de lo que carecían el resto de sus clientes. Zen no sabía bien de qué demonios se trataba, que hacía que las noches con Jumin se sintieran bien. Sin darse cuenta, Zen estaba cayendo en las garras del amor.
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Pretty Zen
Hayran Kurgu¿Alguien sabe que pasaría si Jumin condujera sin darse cuenta? Yo se lo que pasaría, se pondría nervioso y pediría ayuda. Y ahí es donde entra un joven de cabellos claros llamado Zen. (Historia corta)