capítulo 8

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Pero, sus cavilaciones se vieron interrumpidas en el momento que sintió las manos del otro sobre su miembro desnudo.

No iba a mentir, se sentía realmente bien.

Empezó un ligero tacto, que después se convirtió en un vaivén por parte de la gran mano de Jumin, complaciendo como pudo los deseos del de cabellera blanquecina.

Una vez Zen empezó a gemir, Jumin se metió el miembro ajeno en la boca, pues quiso hacerlo desde que aún estaban en el restaurante.

Según la expresión de Zen, Jumin lo estaba haciendo fantástico; pues la cara de éste era de absoluta satisfacción.

Continuaron así durante un rato.

-Jumin...-Musitaba Zen, a la vez que cambiaba de posición.

Ahora era Jumin quien estaba en la cama, con Zen sobre su palpitante masculinidad bajo la tela, que fue rápidamente retirada por Zen.

Y, sin más, Zen se sentó a horcajadas sobre Jumin, introduciendo el miembro de éste dentro de sí mismo, otorgando placer a ambos.

Por su parte,a Jumin le encantaba la vista de la pálida tez del contrario sobre él. Agarró apasionadamente una nalga de el de cabello color perla, que le respondió con un gemido.
Y, aún con una mano libre; Jumin masajeó el miembro descubierto de el de mirada color pasión, siendo esto lo que le hizo dar gemidos, no; gritos audibles cargados de lujuria, que desataban aún más al otro.

En algún momento,- que ninguno sabe cuando- las embestidas en el interior de Zen se volvieron intensas, más el disfrutaba de todas y cada una de ellas.
La cuestión es, que estás fuertes embestidas se volvieron irregularidades, que finalmente acompañaron al espeso líquido blanco que emanaba de la masculinidad dentro de Zen, y este por su parte, se corrió algo más tarde por culpa de los masajes de Jumin en su zona íntima.

Ambos, cansados y sudorosos, se acostaron en la cama, mirando al techo.

Jadeaba a la vez que intentaban recuperar el aire, que en los pulmones de ambos individuos brillaba por su ausencia.

Dejaron de mirar al techo para mirarse a los ojos, que brillaban al ver el rostro perlado con sudor del contrario.

Poco a poco, Zen se acercó a Jumin; y depositó un dulce beso en los labios del de mirada oscura cual noche cerrada; mas al abrir sus ojos, Zen juraría que encontró estrellas en los orbes de Jumin.

Y sin saberlo todavía, ese día, en ese apartamento, en esa habitación, en esa cama...

Se creó un vínculo entre ambos, que ahora se encontraban perdidamente enamorados el uno del otro.

Pretty ZenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora