9.

1.6K 107 3
                                    

La vida de casada no pudo haber pintado mejor para Hermione, tenía todo lo que siempre soñó. Sus estudios estaban en la cima y la hermosa mujer que tenía como esposa estaba a punto de convertirse en una famosa modelo, sí, todo era perfecto...pero un vacío nunca dejaba de sentirse.

–Es hora de cenar, cariño. –Anuncio Fleur asomando su cabeza.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la suave voz que tanto amaba, cualquiera en su lugar pensaría que habían caído en la rutina fácilmente, sin embargo, cada momento juntas era especial. La castaña cerró su carpeta y sonrió abiertamente al notar la presencia de la otra mujer.

Durante los últimos días se veían muy poco, a pesar de vivir juntas. Fleur pasaba gran parte de su tiempo en la casa de moda, arreglando los últimos detalles para su gran debut mientras que ella se concentraba en entregar sus proyectos de la universidad. Por las noches la situación era distinta, cuando ambas regresaban intentaban compensar el tiempo que pasaban separadas.

–Lo siento. –Exclamo Hermione poniéndose de pie. – El tiempo se me fue volando.

–Descuida, lo importante es que has terminado y muy pronto podremos irnos a la cama.

Las mejillas de Hermione se tiñeron de color rosa automáticamente ante el tono pícaro de la francesa.

– Cariño te has puesto roja. –Señalo la rubia con una sonrisa traviesa. – De todo el día, este es uno de mis momentos favoritos...

–El mío también. – Compartió Hermione siguiéndola.

Ambas se sentaron y entre miradas cómplices comenzaron hablar.

–Así que... ¿todo está listo para la pasarela?

-Casi, en realidad, solo faltan unos pequeños detalles. – Contesto la rubia con emoción. – Estoy ansiosa por el gran día... Estarás ahí, ¿verdad?

Hermione casi se atraganto con su propia saliva al percibir la inseguridad en la voz de la rubia.

-¡Por supuesto! Sabes que por nada del mundo faltaría.

-Siempre estarás ahí apoyándome, ¿verdad?

-Siempre, te lo prometo...

Hermione no se molestó en limpiar la lágrima que recorría su mejilla. Había pasado tanto tiempo reprimiendo el dolor que había llegado a su punto de quiebre.

Su enemigo. Ese que desde un principio poco a poco fue interponiéndose hasta terminar con su relación, se había ido fortaleciendo con cada promesa rota.

Ginevra mantuvo sus ojos cerrados percibiendo el cuerpo tembloroso de la castaña a su lado. Moría por abrazarla y susurrarle palabras de consuelo pero Hermione necesitaba perdonar el pasado. Aunque para ello tuviese que recordar el origen de su corazón roto.

Las horas transcurrieron y el avión aterrizo, Ginny camino junto a Hermione para encontrar sus maletas. La castaña la siguió sin decir una palabra, su mente aun no terminaba de asimilar lo que ocurría. Las horas que tardaron en llegar a Nueva York no habían bastado para aclarar su mente.

–Toma Hermione.

–Gracias. –Las dos caminaron hacia la salida en silencio, Hermione dio un rápido vistazo a su alrededor y se volvió a la pelirroja confundida. – ¿El hotel queda muy lejos de aquí?

– No mucho, queda justo en el centro. Llegaremos pronto. –Contesto dirigiéndose a un taxi. – No te preocupes está todo arreglado.

Hermione asintió con una pequeña sonrisa. El taxi se movió a través de las calles iluminadas de Nueva York, ninguna de las dos mujeres se atrevió a romper el silencio reconfortante que las embargaba. El chofer les observo por el espejo retrovisor topándose varias veces con la mirada de verde de la pelirroja. La chica empezaba a incomodarse, por lo que tan pronto como habían llegado al hotel, Hermione se bajó y se acerco a su acompañante.

Never SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora