5.

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La rutina fue el peor enemigo para ambas y Hermione lo sabía, no importaba cuan hermosa fuera su esposa si nunca estaba a su lado.

Todo tenía un límite, y el de su paciencia había sido traspasado por la rubia, de que servía tener todo, si una de las personas más importantes en su vida no tenía nunca tiempo. Por supuesto sus hijos siempre estuvieron allí, en espera de ser una familia, siendo aún muy pequeños aun no comprendían sus problemas. La decisión no sería tan dolorosa dentro de unos años, estaba segura de eso. Sin embargo, aún se odiaba por seguir enamorada.

Sus ojos se encontraba muy hinchados de tanto llorar. Le dolía tener que hacer eso por el bien de ambas, de lo contrario, Hermione no estaba segura de continuar tolerando las actitudes de Fleur.

Desde el momento en que Hermione admitió querer separarse de la rubia, las cosas marcharon de forma diferente para ambas; Fleur se había dado cuenta del grave error que cometió al dejarse llevar por la fama y riqueza. Mientras que Hermione sufría al ver como la familia que había soñado se desmoronaba poco a poco.

Cuando ella regreso a casa ya era muy tarde y las luces estaban apagadas.

La castaña subió las escaleras lentamente deteniéndose en la habitación de sus hijos; al entrar los dos pequeños dormían profundamente, ajenos a lo que ocurría con sus madres. Los ojos de la morena nuevamente se llenaron de lágrimas mientras los observaba, fue más doloroso de lo que pensó pero era demasiado pronto para arrepentirse, tenía la esperanza de que Fleur reaccionara y se diera cuenta de sus errores.

Tras depositar un beso en la frente de cada gemelo, Hermione salió de la habitación, debatiéndose mentalmente si debería entrar o no a la habitación que compartía con Fleur. La idea le pareció demasiado hipócrita y dolorosa. Ella prefirió dormir en la habitación de huéspedes.

Esa había sido oficialmente la primera noche de tortura que tendría. Era de alguna forma diferente a las demás cuando no dormía con Fleur, tal vez porque era consciente de que nunca más volvería a dormir junto a ella. Los recuerdos inundaron su mente de manera rápida y abrupta, todos ellos con los momentos más especiales y felices que habían llegado a compartir.

El primer beso, el primer te amo... Todo lo que había ocurrido en su noviazgo, la propuesta de matrimonio, y aún más doloroso, el día de su boda.

Ese día que juraron estar juntas hasta que la muerte las separara. Cuando ambas prometieron que estarían la una con la otra para atravesar la adversidad; la primera vez que ambas se habían entregado en cuerpo y alma.

La morena se despojó de sus zapatos y se recostó en la cama, mientras las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas.

-¿Qué fue lo que nos pasó, Fleur? – Se preguntó así misma, antes de caer en un sueño profundo.



Hermione salió de sus pensamientos un poco aturdida, aún estaba en la casa Delacour, pero se encontraba sola en el recibidor. Apolline y Monsieur ya no estaban frente a ella, y los niños estaban en sus habitaciones.

¿Que se suponía que había ocurrido?

Si apenas hace unos momentos todos estaban ahí.

Estaba a punto de llamar en voz alta a algún sirviente, pero el sonido de una persona caminando hacia ella le hizo voltear rápidamente. Monsieur Delacour se acercaba con firmeza y elegancia, la sonrisa en su rostro no desapareció en ningún momento, y Hermione por inercia, retrocedió un paso ante la presencia del hombre.

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