The Goodbye of the Goddess

II. Zambullida

Resumen: Sylvain no estaba seguro de si era el alcohol en sus venas o la apariencia solitaria del hombre lo que le obligó a acercarse a molestarle. Hubert le recordaba a Felix en todos sus defectos. Quizá por eso tuvo tantas ganas de morderlo y quizá por eso lo hizo.

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Una vez la guerra llegó a su fin la carga de trabajo disminuyó considerablemente. Oh, por supuesto había todavía mucho trabajo por hacer. Reconstruir un imperio, mantener las bisagras de todo Fódlan unidas sin fisuras y, por supuesto, remodelar todo el sistema desde sus cimientos. Sylvain no envidiaba en absoluto a la emperatriz ni a ninguno de sus vasallos más fieles. Probablemente eran los que menos descanso tendrían. Al menos, también era cierto que ahora que no tenían una espada presionada contra su cuello las veinticuatro horas del día todo el ambiente se había relajado de manera considerable.

Incluso se animaban, muy de vez en cuando, a organizar alguna fiesta.

Si bien la guerra le había hecho madurar en muchos aspectos había ciertas cosas que no cambiaban. Sylvain seguía amando socializar así que cuando le llegó la invitación para la fiesta de celebración del primer aniversario del fin de la guerra el nuevo marqués de Gautier no pudo más que ir a buscar sus mejores galas para prepararse para tal acontecimiento. Había en su nuca una insistente vocecilla que le decía que aquello no era necesario, que la invitación daba a entender que aquel evento iba a ser privado y probablemente solo para aquellos que habían pertenecido a la clase de las águilas negras (estaba seguro de que especialmente para aquellos que habían sido un activo importante en la guerra y las reuniones hasta altas horas de la madrugada con Lady Edelgard).

Y ese era el principal motivo de su ansiedad.

Él tenía la esperanza de que volvería a ver a Felix y quería lucir presentable.

Aunque sabía que había pocas probabilidades de que su gruñón amigo se presentara. Él antiguo duque de Fraldarius nunca había sido el más deseoso de participar en eventos sociales. Aun con todo eso, Sylvain tenía la esperanza de que fuera o, al menos, el deseo más profundo. Tres meses después de la guerra, Felix había renunciado a su ducado para recorrer el mundo y desde entonces no había vuelto a verle. Sylvain no se consideraba una persona particularmente sentimental.

Pero le echaba de menos.

A veces le echaba tanto de menos que se preguntaba si era normal.

Mientras Sylvain miraba el traje de casimir negro sobre la cama se preguntó si Felix no se habría llevado un trozo de su alma con él.

Una semana después, el palacio imperial estuvo cerrado para cualquiera que no tuviera una invitación para el día señalado. El marqués de Gautier se enorgullecía de no haber llegado en primer lugar (pese a fingir lo contrario siempre le había dado bastante importancia a las apariencias. Después de todo, éstas mismas le habían protegido durante toda su adolescencia). Ese orgullo no le duró mucho tiempo. Como su cabeza le había gritado una y otra vez durante todo el trayecto no había ni rastro de Fraldarius en la fiesta. Se tragó la decepción y fue directamente hasta la emperatriz para darle un breve saludo y desearle lo mejor antes de fundirse con el resto de los invitados.

Toda la clase original de las águilas negras estaba allí. Ingrid estaba ya allí. Mercedes y Annette habían venido juntas. Por supuesto, el Conde Gloucester no se había perdido tamaño evento. ¡Incluso había visto a Raphael con un plato a rebosar de comida al acercarse a por algo de picar!

Pero obviamente el bastardo de Felix no se había dignado a aparecer.

Ni siquiera se dio cuenta de cuando vació la primera copa de vino. Solo supo que su copa estaba vacía y que si quería que la sonrisa le durara durante toda la fiesta necesitaba una nueva. Por el rabillo del ojo vio a Ashe aparecer minutos más tarde. Algo más tarde algún que otro invitado más se dejó caer. El último en llegar fue Byleth. Después de él no llegó nadie más. Lo supo porque inconscientemente su mirada se dirigía de vez en cuando hacia la entrada buscando la inconfundible cola de caballo de Felix.