🍃Capítulo 1.🍃

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     Era un día pacífico en todo Arium: Las pequeñas aves canturreaban sus melodías de la mañana, y el verde de la naturaleza alrededor, era más que deleitable a la vista

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     Era un día pacífico en todo Arium: Las pequeñas aves canturreaban sus melodías de la mañana, y el verde de la naturaleza alrededor, era más que deleitable a la vista. No había sitio más exótico que el territorio de Elanfhaim, aquel donde la mayor población residente eran los elfos. Aquellos seres de orejas puntiagudas, larga vida y armoniosos, se paseaban por las calles decoradas de todo tipo de flores y piedras, saludándose entre sí y desarrollando sus labores como de costumbre.

     Una casa destacaba entre el resto, estando rodeada de pequeñas hiedras y jazmines por toda la edificación. Se trataba de nada más y nada menos que la casa del herrero más reconocido del lugar; el elfo más noble y carismático, con el mayor conocimiento acerca de armas. O al menos así lo clasificaban quienes iban a visitar su pequeña tienda, a pocos metros del hogar.

     La pequeña Eleonora era su hija. Una delgada y delicada niña, de cabello castaño claro hasta los hombros, y unos alargados ojos color avellana. El linaje de su familia siempre había sido muy controversial para el chisme entre los vecinos, y visto de reojo con algo de temor por los más jóvenes: ella era una elfa mestiza. De todas formas, eso no le restaba puntos ante los ojos de sus padres, quienes la adoraban con todo su corazón, enseñándole el arte de el entrenamiento, de la paz interior, del amor.

     Sin embargo, había una lección que no había llegado a aprender de ellos: Cómo salvarlos del fuego.

     A las pocas horas de aquel mismo día, nadie se esperaba que la temperatura de los bosques comenzara a aumentar desmedidamente, hasta descubrir que no era culpa del verano, sino de un incendio. Aquel que le hizo echar un par de risas a los elfos, les convirtió rápidamente el rostro a una expresión de horror al descubrir que no podían apagarlo de forma natural. Era un incendio diferente, inusual, mágico, que les acorralaba. El mismo, que comenzó a propagarse hasta el centro de Elanfhaim, arrasó con todo a su paso: Las plantas, las calles, la población. Los padres de Eleonora veían las llamas aproximarse hasta su hogar de años, y cruzando miradas, no dudaron ni un segundo más. Iban a proteger a su pequeño mayor tesoro, costara lo que costase.

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     Eleonora despierta. Apenas abriendo sus ojos, se limita a observar el techo de su habitación, aún lleno de cenizas a pesar de los años. El olor a quemado ya era una costumbre en sus fosas nasales, puesto que se había decidido a no huir de aquellas pocas cosas que sobrevivieron, entre ellas su semi-destruido hogar.

     Toma de su armario sus prendas de entrenamiento: unos pantalones y camiseta oscuros con bordes verdes, junto con una chaqueta protectora también del mismo color. Terminando de vestirse y colocarse sus zapatos, aprovecha en guardar en su mochila de cuero algunos objetos que considera de utilidad, entre ellos, su pequeño y precario arco con flechas. Finalmente, se acerca a la repisa quemada de la sala principal, donde, haciendo una respetuosa reverencia, toma la fina espada favorita de su padre, llevándola con su funda sobre un lado de su espalda.

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