Capítulo 16.

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Maratón de Seldrum (3/3):

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Maratón de Seldrum (3/3):

     Pasaron alrededor de dos días enteros de caminata y vuelo. La lluvia de Carbhant les ayudó a no hacer de aquel lugar un ambiente tan sufrible, y sin opción alguna, al alejarse de allí tuvieron que tomar el camino del desierto, para cruzarlo y llegar de una vez a su destino. Haciendo ésto, descubrieron que el mismo estaba comenzando a ser poblado por diferentes seres nómades, amantes de la exploración. Algunos de ellos les ofrecieron agua y un poco de comida a cambio de un objeto de valor. Sin tener casi monedas en sus bolsillos, Cian se ofreció a regalar su collar de perlas, algo triste al tenerlo durante varios años sobre su cuello. Fue así que lograron mantener sus energías lo suficiente altas como para no morir en el trayecto, y si bien los últimos días que habían transcurrido fueron duros para el equipo, aquellos habitantes les habían hecho recobrar algo de esperanza y suerte.

    Ahora, el sol parece posicionado en la cima del cielo mientras los tres regresan a un camino dentro de un bosque. Ya pueden sentir que no les faltaba mucho más para llegar, tan solo un par de minutos. Rumshum durante todo el viaje se encontraba perdido en sus pensamientos, algo distraído de las cosas que ocurrían a su alrededor. No dejaba de pensar en aquella charla que había tenido con la elfa en su hogar: "«Los dos tenemos secretos que no queremos exponer, menos entre nosotros»", pero sumado a los extraños comportamientos que ella estaba teniendo, uno más notorio que el otro, la curiosidad empezaba a picarle más fuerte que sus propias afirmaciones. Es entonces que en éste momento, es cuando decide centrarse en aquello por lo cual no dejaba de dudar:

—Retomando lo de antes, Cian. ¿Y si los ángeles se equivocan, y los demonios son... las víctimas? —pregunta dispuesto a continuar lo que habían dejado por la mitad—. Ellos solo tienen mala fama.

     Eleonora ve con curiosidad a su compañero. Se siente extrañada sobre por qué Rumshum le estaba dando tantas vueltas a un asunto como ese. Está segura de que la razón podía ser cualquier cosa, excepto él intentando descubrir su secreto. Por su cabeza, pasa la idea de que quizás se siente atraído por las demonios, o estaba dispuesto a llevarle la contra a Cian, como siempre hace con todos. Hablando de ella, apenas oye el planteo del humano, el brillo en sus ojos parece marchitarse, al igual que su sonrisa. Eleonora y Rumshum se sienten profundamente incómodos con aquella expresión sombría, como si cada vez que mencionaran algo relacionado a los seres del infierno, una Cian diferente apareciera frente a los dos.

—¿...Cian? —insiste él.

     La rubia lo ve de reojo y toma la delantera en el camino. Cada vez divisan más cerca un edificio a través de los árboles.

—Su mala fama proviene de sus propios actos. Si algo hicieron mal, es ser la causa de la destrucción y el caos en todos los seres del mundo terrenal —le responde finalmente ella, acomodando su cabello a un lado—. Son culpables de corromper sus mentes, de crear las enfermedades, de imponer un estilo de vida donde la desesperanza y el odio son primordiales. Ellos...no se merecen ni una pizca de amabilidad... —finaliza en un abrupto silencio. Levanta la mirada, recobrando su voz alegre—: ¡Ah, por cierto! ¡parece que llegamos! —intuye y para en seco frente a la entrada del centro.

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