Y entonces la miré

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El funeral de Kari fue un momento muy fuerte para todos, en especial para mí. Ver a la persona de quien estuviste enamorado desde que eras un adolescente, quien despues se convirtió en tu esposa y en la madre de tu único hijo, verla ingresar en un agujero de tierra y que luego la cubran. Parte el alma.

Los padres de Kari dicen que todo es mi culpa, que si no hubiera pasado lo del accidente hace años, no estuvieran enterrando a su hija. Lo único que podía decirles es que lo sentía, que sé que perdieron a su hija, pero que yo también perdí a mi esposa. Comienzo a llorar.

Mucha gente me visita a la casa a diario, preguntándome como me siento y que si necesito a alguién para hablar, ellos estarán dispuestos a escucharme. Un día Beto me visita.

―¿Como estás? ―me pregunta. 

―Cada mañana despierto y ya no la veo a mi lado ―le respondo.

―Lo siento, Zack ―me dice―. Siento que tuve parte de la culpa.

―No hermano, no la tuviste.

―Me pediste que la salvara ―me dice intentanto llorar―. Pero no pude. 

La lágrimas de Beto son sinceras, las conozco, conozco a mi mejor amigo. Pongo mi mano en su hombro y le digo que está bien, que hizo lo que pudo. Que no traigo ningún resentimiento con él.

 Todas las mañanas lloro, recuerdo todos los momentos que vivimos juntos, todas esas vivencias que no podré reemplazar con otra chica. Prometí no volverme a casar, hace muchos años le prometí que la amaría por siempre, y así será. Yo amo a Kari, ella está muerta, pero la amo, la sigo amando y siempre la amaré. Mi madre insiste que debería dejar mi luto y aprovechar aún los años que tengo, que puedo encontrar a alguien más.

―Yo la amo, ¿no entiendes? ―le digo a mi madre.

Abro mis cajas de recuerdos, están todas las tarjetas que Kari me dió cuando eramos novios, tantos años de amor. Lloro nuevamente.

He tratado de sonreir durante todo este tiempo, pero no lo he conseguido. La partida de Kari fue algo que me marcó mucho, siempre me imaginé una vida con ella, no una sin ella. Pero ahora la estoy viviendo, y es una mierda. Mi vida sin Kari es una mierda total. Terminé la mansión que en un principio le había prometido construir para que vivamos juntos, ahora no podré disfrutarla con ella. Pasan los años, y sigo sin sonreir. Extraño a Kari.

Estoy sentado, en un asiento de piedra, levanto la mirada y veo a Matt jugando con las hojas que vuelan en el viento, bajo la mirada y veo el epitafio de Kari, con sus letras casi sin poder entender, por el paso de los años. Me levanto y me pongo de rodillas frente a su tumba. Comienzo a llorar, entonces llega Matt.

―Papá, ¿por qué lloras? ―me dice mi hijo.

―Porque la extraño ―le respondo.

―¿A mi mami?―me pregunta abrazándome.

―Sí, a tu mami.

―Yo también la extraño ―me dice―. ¿Está ahi? ―me pregunta señalando la tumba.

―Sí, hijo ―le digo―. Está ahí.

―Nunca me contaste cómo la conociste ―me pregunta.

―No creo que sea tiempo de explicartelo ―le digo―. No entenderías, hijo.

―Papá, ya tengo ocho años ―me dice―. Creo poder entender.

―Bueno grandote ―le digo poniéndo mi mano en su cabeza―. Estábamos en el colegio, estaba con un amigo caminando en el patio, cuando ella llega.

―¿Y? ―me pregunta emocionado.

―Pues ella llegó, y entonces la miré.

En ese momento, después de tantos años, volví a sonreír.

Y entonces la miréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora