Un paseo por el parque

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Me preparo para regresar a clases, después de una semana de ausencia: tres días en coma, y dos días de cuidado en el hospital. Es Jueves, hoy toca deportes, pero por orden del hospital, puedo faltar a la clase de educación fisica. Me doy un baño después de de desayunar, cepillo mis dientes y me coloco el uniforme; mi madre cambia las vendas de mi cabeza y me dice que tenga mucho cuidado. Mi padre suena la bocina del auto y salgo con mi hermana.

—No me fuiste a visitar —le digo a mi hermana.

—No me dejaban —responde ella.

—No podíamos dejar que te vea así —dice mi padre—. No era adecuado.

—Ok —respondo.

Al llegar al colegio pienso mucho en qué pasará, que se preguntarán mis compañeros por mi regreso, y que dirán las amigas de Kari. Mi padre nos desea suerte y también me pida que tenga cuidado.

—Lo tendré —le respondo—. No te preocupes.

—Yo lo cuido —dice mi hermana.

—Ni te creas —le respondo.

Bajamos del auto y entramos al colegio. Parece que la noticia se propagó como una enfermedad muy contagiosa, casi todos las personas me quedan viendo con una cara de asombro, otros con cara de lástima, yo solo los ignoro y me dirijo automáticamente al aula, sin formarme, porque no puedo estar mucho tiempo de pie.

Al acabar la formación, ingresan mis compañeros y en cuestión de segundos, todos se reunen a mi alrededor y comienzan a preguntarme cosas como: ¿Qué pasó?, ¿Cómo fue?, ¿Estás bien?. Solo Beto me pregunta por Kari, respondo todas las preguntas que puedo, pero la de Beto la dejo para el final.

—Hablamos en receso, ¿sí? —le digo a mi amigo.

—Ok, no te preocupes —responde Beto.

Las clases transcurren normalmente, le pregunto a mis profesores sobre la actividad en estos días de ausencia , por suerte no ha sido mucho lo que me he perdido, y tengo tiempo para igualarme todo en un solo día. Los profesores dijeron que no mandarán deberes por mi situación, les agradezco. 

Es hora del receso y aprovecho para conversar con Beto sobre todo lo sucedido.

—Ahora sí, dime —dice Beto—. Primeramente, ¿cómo estás?

—Mejor —le respondo—. Ya casi no me duele.

—Pero ¿cómo fue?, ¿qué pasó?.

—Fue el temblor, de seguro lo sentiste.

—Claro, estaba pegandome un cague magistral, cuando ocurrió.

—¿Como los dioses del olimpo? —le pregunto riendo a carcajadas.

—De ley —responde.

Ambos soltamos risas a carcajadas, almenos él es el único que puede levantarme el ánimo.

—¿Y cómo está ella? —pregunta alfín.

—Mal —le respondo con la cabeza baja—. No me recuerda.

—¿Cómo que no te recuerda? —dice sorprendido.

—Perdió la memoria —le respondo—. Según la tomografía, no recuerda nada de estos tres últimos meses.

La tristeza que siento es tan grande que no puedo retener que las lágrimas corran por mis mejillas. Nunca antes había llorado tanto. De verdad me importa mucho lo que pasó, me preocupa mucho la situación de mi Kari.

—Hoy iré a visitarla —le digo.

—Pero si no te recuerda, ¿qué harás allá?

—Sabe que soy su mejor amigo, se lo dije.

Y entonces la miréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora