Introducción.

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Después del trabajo, acudía siempre a la misma cafetería. Había un ambiente muy agradable que la inspiraba para sus bocetos. Se sentaba en la mesa de siempre, junto a la ventana y comenzaba a trabajar acompañada de su cafecito con leche sin lactosa o, en ocasiones especiales, un Nestea.

- ¿Cómo está mi Alba favorita?

Levantó la vista de su cuaderno y sonrió ampliamente al ver ante sus ojos a la dueña de la cafetería, María, con quien había entablado una amistad maravillosa en los últimos meses que llevaba sumergida en sus visitas prácticamente diarias.

-Pero bueno, ¿y este buen humor? – Dijo al acercarse a darle un abrazo.

La rubia más alta, dirigió su mirada a la barra y sonrió satisfecha.

-Nuevo fichaje, mejor que los que ha hecho el Real Madrid esta temporada.

Alba rio y miró a donde la chica le indicaba. Tras la barra, una morena atendía unos cafés con gran habilidad. Se movía con confianza y con su melena oscura recogida con una coleta descuidada que dejaba libres algunos mechones, dejaban ver su rostro perfilado.

La rubia observaba a la más pequeña no quitar la vista de la barra y la entendía, solo había que tener ojos en la cara. Volvió su atención a la que tenía al lado y tras despedirse, se acercó a la barra.

-Natalia, ¿puedes llevar uno de tus cafés sin lactosa a la mesa tres, por favor?

La morena asintió al pedido de su jefa y se puso manos a la obra. Mientras la taza se llenaba, desvió su mirada a la mesa que debía atender y se sorprendió al encontrarse a aquella rubia de melena corta que parecía tan concentrada en sus cosas.

Se acercó a la mesa con la pequeña taza y carraspeó un poco para captar la atención de la rubia sin asustarla. La rubia salió de su trancé y se fijó en la morena que tenía delante. Sonrió amablemente y asintió.

-Perdona, aquí tienes tu café.

La rubia la miró confusa. Ella no había pedido eso y miró por todo el local buscando a María, que observaba la escena desde la barra. Levantó un pulgar mientras sonreía y la pequeña rubia devolvió su atención a la morena que aún sostenía la taza. Jodida María.

-Muchas gracias.

La morena observaba cada centímetro de aquella persona que tenía delante. Era tan guapa que no podía ser real. La veía confusa, sin saber muy bien que hacer, pero es que ella, también se había quedado muy desubicada.

Los ojos de la rubia se posaron en los de la morena mientras le entregaba el café y tras una breve sonrisa, volvió sobre sus pasos a la barra. Era guapa a rabiar.

Una vez terminó su boceto, la rubia recogió sus cosas y se acercó a la barra y esperó que la morena se acercase.

-Estaba increíble el café, muchas gracias. – Tendió la moneda para pagar pero la morena no la cogió.

-La jefa me ha dicho que invitaba la casa. – Respondió divertida al ver la cara de fastidio de la rubia.

-Esto no quedará así. – Dijo con un hilo de voz.

-Espero que no.

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