Capítulo 20. Chim pum

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Empezaba a anochecer, los colores naranjas del cielo la calmaban mientras se movía a paso rápido por las calles madrileñas que la separaban de su chica que tenía su primera exposición y estaba de los nervios llenando su móvil de mensajes, que ella no pudo mirar si no un par de veces en todo el día por estar sumergida en la promoción del álbum que iba a salir a la vuelta de la esquina.

La salida del single hacía un mes, había sido un completo éxito y no podía estar más agradecida. El recibimiento que tuvo Olivia no se lo imaginaba ni en sus mejores sueños. Porque eso era para Natalia todo lo que estaba viviendo. Un jodido sueño que nunca se imaginó alcanzar mientras preparaba cafés en aquella cafetería que le había salvado el culo cuando llegó a Madrid sin nada y con su inseparable guitarra. Se arregló la chaqueta del traje azul claro que había elegido para la ocasión y observó aquel ramo de rosas rojas y una blanca que había comprado de camino y entró en la galería donde aún no había empezado el evento buscando a Alba con la mirada.

Alba esperaba la llegada de Natalia, nerviosa como nunca antes. La noche anterior por culpa de sus nervios habían discutido. A pesar de que la morena no es partidaria de esas conductas, no pudo salvar la situación. Pero había sido una pelea tonta, un pequeño roce por no haber puesto una lavadora. Pero se le había hecho un mundo a la rubia. Natalia lo entendía y dejó pasar el enfado evitando que fuera a más decidiendo ir a dormir a su casa. Dándole así su espacio. Pero la rubia no las tenía todas consigo de saber si iría a verla, a acompañarla en aquella noche que tan importante era para ella y tenía miedo. Esa era la palabra. Pasaban las horas de aquel día como si fueran meses para ella. No habían hablado desde que había cerrado la puerta de su casa al salir después de dejar un beso en su frente y dejándola con el pecho encogido por como se acababa de comportar. Se había prometido que si no iba, lo entendería. Nada de reproches.

Sus miradas se encontraron cuando Natalia llegó a la parte de la sala donde sabía que estaba su cuadro. Aquel cuadro en el que Alba tanto había trabajado y siempre le había escondido. La rubia sonrió levemente como queriendo pedirle perdón por todo desde aquella distancia que las separaba. Se acercó despacio a la morena que se quedó quieta mirando perpleja a su novia que vestía un largo vestido negro que dejaba ver su espalda y tatuajes que tanto le gustaban. Parpadeó queriendo volver a recuperar su riego y le devolvió la sonrisa.

-Has venido. – Dijo Alba con un hilo de voz, nerviosa.

-Por supuesto, Albi. Siempre voy a estar. – Le entregó aquel ramo de rosas y sonrió. – Para la artista de la noche, ponlas en agua nada más llegues a casa.

Alba miraba perpleja aquel ramo que ahora ella sujetada y miraba a Natalia como quien miraba un tesoro. No se la merecía pero allí estaba, quitándole el aliento con solo estar frente a ella y no iba a desperdiciar la oportunidad. Cogió su mano y tiró de ella escaleras arriba hasta llegar a la pequeña sala donde había organizado un despacho para trabajar allí cómodamente. Abrió la puerta y trancando una vez estaban dentro, dejó con cuidado las flores en el escritorio y miró a Natalia que se había quedado quieta al lado de la puerta. Se sentó en el sofá que había en la sala y la llamó para que se acercase.

-Has trancado la puerta. – Dijo Natalia confusa.

-Sí, no quiero que me interrumpan lo que voy a decir.

Natalia asintió y se sentó a su lado. En menos de treinta segundos, que fue lo que Alba tardó en coger aire y organizar lo que quería decir en su mente, se le pasó por la idea de que querría terminar con todo aquello. Ella siempre había sido intensita y en aquella ocasión no iba a serlo menos, poniéndose en la peor de las situaciones. Quizás durante la noche que pasaron separadas realmente pensó que estarían mejor alejadas. Sin saber más la una de la otra y sin poder controlarlo, aquel último pensamiento, dominó su cara. Cambió su rostro de relajación a miedo, haciendo que Alba lo notase y acariciase su mejilla para calmarla.

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