Capítulo 6. Perdón

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- ¡Natalia, el cabify! – Gritó Alba desde la puerta de la cafetería donde su amiga se despedía de África y María para luego rencontrarse en la casa de campo que habían alquilado entre todos para pasar aquel fin de semana.

La morena corrió con su maleta detrás de la pequeña rubia que ya estaba cerca del coche que las esperaba. Tras la insistencia de la morena de ir a pie a casa de Alba a pesar de ya llevar su maleta a cuestas, terminaron por pedir aquel servicio que las pondría en la puerta en menos de lo que ambas tardaron en suspirar al tenerse tan cerca en aquel espacio tan cerrado. Cada vez la situación estaba más tensa entre ellas cuando se veían en situaciones como esa. Habían evitado mucho esos momentos. Procuraban quedar en lugares abiertos, con espacio para salir corriendo ante el mínimo roce y Natalia se castigaba por eso, porque las ganas acabarían con ella en cualquier momento y para aumentar su mal, ella y el disimulo, no podían ir de la mano.

Alba, algo inquieta también por la cercanía de la morena que movía nerviosa su pierna, decidió que era buena idea parar el movimiento con su mano y fijar la mirada en los de la morena que parecía que estaba teniendo un gay panic. Y eso no le pudo parecer más tierno, recorriéndole por dentro una corriente eléctrica que le puso toda la piel de gallina. La morena acarició su mano y consiguió parar su pierna que parecía que iba por libre. Alba se acercó a darle un beso en la mejilla y con un hilo de voz que solo pudo escuchar una Natalia ensimismada en la cercanía de la otra muchacha, le susurró un 'preciosa' que hizo temblar a la más alta.

-Preciosa tú. – Le había contestado la morena devolviéndole un casto beso en la mejilla de la rubia.

El coche paró delante del portal de la rubia y Natalia observó desde dentro el lujo de aquella zona que las rodeaba. Bajaron del coche y tras despedirse y coger la maleta de la más alta, avanzaron por la calle hasta la entrada del edificio que parecía el más accesible económicamente según los ojos de la morena.

-Te espero aquí, ¿te parece? – Preguntó la morena esperanzada de recibir una respuesta afirmativa y poder quedarse en la calle fumándose el piti que tanto le pedía su cuerpo para relajarse de la tensión que sufrió en el coche minutos atrás. Pero se jodió. Una enérgica Alba tiró de su brazo y ambas se adentraron dentro de aquel edificio, ahora más lujoso por dentro. Esperaron al ascensor y subieron en él hasta la planta once, donde se encontraba el piso de la diseñadora. Durante el trayecto, la morena desvió sus pensamientos a como sería la casa de una persona con tanto talento para decorar como su acompañante que respiraba agitadamente a su lado, aunque eso no lo percibía la morena que seguía pensando en cómo serían los muebles, las paredes....

Mientras a su lado, una rubia nerviosa después de actuar impropiamente, porque solo a ella se le había ocurrido tirar de la morena y meterse en aquel ascensor, once plantas, en silencio. No conseguía pensar en otra cosa que en abordar a la morena y atraparla entre una de las paredes de aquel luminoso ascensor y su cuerpo. Respiraba agitada, necesitando salir de allí o que algún vecino apareciera y cambiase el clima que se respiraba allí dentro.

-Vamos, pasa. – Le dijo Alba tras abrir la puerta de su casa y ver que Natalia seguía inmóvil en el pasillo. – Mi casa no muerde.

Natalia sonrió con timidez tras ese comentario y entró lentamente, tragando en seco al pasar tan cerca de la rubia, que aún seguía junto a la puerta, manteniéndola abierta para ella e impregnándose de su olor. Mandarinas.

-Puedes sentarte, yo cogeré un par de cosas para la maleta y en nada estoy de vuelta.

La morena se limitó a asentir y se sentó en uno de los sofás azul turquesa que decoraban aquella enorme sala-comedor-cocina que la rodeaba. Wow. Solo aquel espacio era más grande que toda su casa en sí. Observó la chimenea blanca de piedra sobre la que flotaba una pantalla de televisión y comenzó a prestar atención a las estanterías que decoraban el resto de la pared, llenas de libros y algunas fotos. Se levantó curiosa para descubrir que leía aquel torbellino rubio. William Shakespeare.... Paulo Coelho... Jane Austen... Stephen King... Vaya con la Reche. Siguió dejándose divagar prestando atención a las fotos. Alba con una señora que podría ser su madre ya que se parecían bastante. Alba con una chica rubia de ojos azules de edades muy similares. Carraspeó. Quizás es su hermana. Quiso pensar. Bajo a otra repisa del gran mueble, más libros. Ahora sobre arte, arte románico, arte moderno.

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