Capítulo 3. Espero que no.

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Sacó horas de dónde no había para terminar los primeros bocetos de los diseños de aquel nuevo proyecto que se la estaba llevando de cabeza. Pero lo iba a lograr, y por su santo coño, como le había dicho a su hermana en la última llamada que hicieron hacía un par de días. Dentro del perfeccionismo que cargaba Alba Reche, todo había salido a pedir de bocas desde la tarde anterior, a pesar de que la pequeña rubia no había parado de comprobarlo una y otra vez hasta caer rendida a media noche en su apartamento.

El viernes ya había amanecido y con él, el olor a café mañanero en el ático de una de las diseñadoras de interiores que más estaba creciendo en este último año. Junto a la ventana observaba a Madrid bajo sus pies. La taza humeante seguía entre sus manos mientras suspiraba, pensando en la reunión tan próxima. Aún quedaban horas y a pesar de no gritarlo a los cuatro vientos, no lo iba a ocultar, estaba acojonada.

Una vez llegó a la oficina, su secretaria Greta, la recibió con una amplia sonrisa y tras brevemente poner a su jefa al día de las últimas novedades, se despidió amablemente tras darle una carpeta con todos los bocetos para la reunión. Y enfundada en su traje de chaqueta negro y camisa blanca, para la ocasión, con sus característicos malditos tacones de aguja negro, se dirigió con paso firma hasta aquella sala. El resto de su equipo esperaba en la puerta y eso le dio una paz interior. Estaban todos.

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Hey, hey, you, you, I don't like your girlfriend

No way, no way, I think you need a new one

Hey, hey, you, you, I could be your girlfriend

Corría por el Retiro como cada mañana, sumergida en su música favorita, en esta ocasión el aleatorio le regaló Girlfriend de Avril Lavigne. Y no pudo evitar tararearla mientras avanzaba con sus grandes zancadas hasta su casa, donde se tiró en el gran sofá que se encontraba a medio camino entre la cocina y la entrada, en busca de aire en el pulmón. Cada día estaba más en forma, pero aún notaba que donaba uno de sus órganos a la ciencia en el camino.

Tomó una ducha rápida justo después de mandarle un mensaje a Miki, su mejor amigo, para ir a por unos muebles antes de la hora del almuerzo. El turno en la cafetería empezaba a las cuatro así que tenía tiempo de sobra. Cogió su riñonera y tras buscar en ella los cigarros, encontró la tarjeta del número de Alba Reche. Observaba el trozo de cartulina negro como si eso pudiera empezar a hablarle en cualquier momento. Jugaba con él entre sus dedos nerviosa. Ya era viernes y no había sabido nada de ella desde el miércoles por la noche. Se había pasado toda la tarde de ayer esperando su visita que no llegó, y tenía curiosidad por saber cómo estaría.

La morena, desde aquella noche no había podido quitarse la imagen de la rubia riendo y bailando de su cabeza. Se estaba empezando a obsesionar y eso ya olía a fracaso. No la conocía de nada y ya casi le había escrito una canción. Tócate los champiñones, pensó soltando todo el aire que había guardado dentro de sus pulmones sin darse cuenta. Frena el carro Lacunza.

La llamada de su amigo avisándole que estaba en su portal, la sacó de su trance y volviendo a guardar la tarjeta de donde había salido, corrió escaleras abajo para reunirse con su amigo y fundirse en un abrazo de esos que recargan las pilas y se agradecían de vez en cuando. Hacía un par de semanas que no se veían y necesitaban ponerse al día de camino a la tienda.

-No me esperaba a una Natalia Lacunza bloqueada por una rubia de medio metro. – Dijo el chico colocando en el carrito un par de plantas. – Actúa, morena.

- Eres imbécil, pero es que no sé qué hacer, que me roza la mano y parezco un pez fuera del agua. – Miró a su alrededor sin saber a dónde ir. – Necesito lucecitas para mi habitación.

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