Capítulo 8. Duendecillo

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-Oye Albi, ¿sabes que está todo bien, no? - Hizo una pausa al ver un rastro de pánico en la rubia. - Quiero decir, podemos olvidar el beso de anoche, borrón y seguimos donde estábamos, no sé... No quiero que se vaya a la mierda nuestra amistad o...

-Nat, para. - Alba se acercó a la morena que estaba sentada junto a la ventana, manteniendo las distancias y eso a Alba, le dio la valentía que le faltaba para levantarse y hacer que se callara. - ¿Está todo bien, segura? - Se acercó hasta la morena parándose justo frente a ella haciendo que separase sus piernas para poder abrazarla.

-Más que bien, Albi. - Respondió rodeando la cintura de la rubia y atrayéndola más a ella.

- ¿No significó nada para ti? - Preguntó con un hilo de voz. Había soltado la frase que llevaba tragando todo el día, no quería enfrentarse a esa respuesta y hacerse pedacitos, quería protegerse un poquito más. Siempre un poquito más. Se repitió antes de soltar todo el aire que había mantenido en sus pulmones.

-No estamos hablando de eso, Albi. - Respondió Natalia con un tono de voz tan dulce, que incluso una negativa en la respuesta de la morena le hubiera sabido a una dulce caricia. - ¿Pero quieres saberlo?

La rubia asintió lentamente y se separó de los brazos de la morena que había bajado la mirada a sus zapatillas negras en las que movía sus pies nerviosos.

-Toc, toc. - Dijo Julia detrás de la puerta, interrumpiendo. - La cena está lista. - Miró a su mejor amiga y al ver la seriedad en su semblante, se cagó en todo lo que veía posible. - Bueno, que si estáis ocupadas, os lo guardamos en el horno, no hay problema, adiós. - Dijo de carrerilla y cerrando la puerta de golpe.

-Sí, significó algo. Pero entiendo que no sientas lo mismo, no te tienes que preocupar, que estará todo como siempre. - Dijo captando la atención de Alba que se había sentado en la cama.

-No quiero que esté todo como siempre, Nat. - Jugó nerviosa con su pelo. - Bueno, sí. Pero es que para mí también significó algo.

- ¿Enserio? - El tono de voz de la morena parecía el de una niña pequeña de cinco años y eso calentó el interior de la rubia que ya era capaz de mirarla a los ojos e incluso se atrevía a quedarse absorta mirando los detalles de su piel. - Jope, Albi.

- ¿Qué pasa? ¿De verdad te sorprende? - Dijo riendo. - Soy bastante obvia con mis glitcheos y eso.

-Bueno, yo nunca me entero de que le gusto a alguien... - Confesó avergonzada. - Tiene que ser todo muy obvio para verlo.

-Vaya. ¿Tendría que haberte besado desde el tercer café entonces? - Preguntó la rubia divertida.

-O desde el primero. - Se sentó a su lado y con una de sus manos, con delicadeza y con una calma innata, recorrió el rostro de la sonriente rubia que la miraba casi intentando pestañear. - ¿Me presentarás a tu hermana?

-No quiero que te asuste y huyas. - Dijo imitando las caricias que recibía en el rostro de Natalia que tampoco ocultaba la sonrisa.

-No pienso huir de ti, Alba Reche.

Y tras fundirse en un abrazo puro, bajaron a cenar con el resto. Nada más llegar al comedor donde todos estaban en la mesa, se hizo el silencio, posando las miradas en las dos muchachas que abrazadas bajaban los últimos peldaños.

- ¿Os habéis comido ya la boca en condiciones? - Preguntó la Mari y ellas negaron efusivamente con la cabeza, recibiendo así las miradas desaprobatorias del resto del grupo. - Aquí todos queremos veros daros un besito.

-Por ahora no, lo siento querido público. - Respondió Natalia divertida acercándose al horno para sacar los macarrones. - Aquí hay poco queso, que falta de respeto. No merezco.

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