Aquella noche, habían vuelto juntas. No reían a cada paso que daban pero sus manos entrelazadas las llenaban de una paz que necesitaban. Eran las cuatro de la mañana cuando llegaron a casa de Natalia. Muy tarde para ser un jueves, pero no les importaba. O por lo menos en aquel momento en el que se vieron solas entre aquellas paredes y soltaron todo el aire que había guardado en su cuerpo durante todo el trayecto a pie desde la cafetería.
-Gracias por venir Albi.
-No tienes que darlas, Nat. – Dijo suspirando. Se sentía extraña, sin saber muy bien donde mirar o qué hacer. No tenía nada claro en su cabeza y le daba miedo preguntarle a la morena por si empeoraba más todo lo que le pasaba. – ¿Puedo pillarme uno de tus pijamas?
-Claro, en el segundo cajón de la derecha. – Dijo dirigiéndose a la cocina por un par de vasos con agua e irse a la habitación. – Toma, un poquito de anti-resaca. Dicen que beber un vaso de agua antes de dormir, te puede salvar a la mañana siguiente.
-Muchas gracias. – Le dijo divertida y cogió el vaso para beberlo de golpe. – Voy al baño a cambiarme. – Cogió el pantalón corto negro y una camiseta enorme azul básica que encontró y salió de la habitación.
Natalia se quedó en su habitación, sintiéndola más vacía que de costumbre. Tenía a Alba a pocos metros de distancia, pero la sentía tan lejos que no sabía qué hacer para salvar la situación. Tampoco quería jugar con ella, pero se sentía que no la dejaba vivir tranquila si seguía con sus tiempos.
En los pocos minutos que tardó Alba en volver a la habitación y mirar curiosa desde el marco de la puerta a una Natalia con la mirada perdida, queriendo saber que se le pasaba por la cabeza, carraspeó con suavidad para llamar su atención y le sonrió.
- ¿Crees que la he cagado pidiendo ir más despacio? – Soltó la morena sin pensarlo mirando a los ojos a la rubia que pudo ver su preocupación.
-Estoy aquí, ¿no?
-Sí, pero no estás como siempre. Estás lejos.
-Solo a unos pasitos de ti. – Dijo acercándose poco a poco. – ¿Ves? No estoy lejos. – Dijo acariciándole el brazo.
-No quiero que te vayas.
-No me voy a ir, solo estoy esperando que te quieras venir, aquí, al ladito tuyo. – Se sentó a su lado en la cama y entrelazando sus manos, suspiró de nuevo apoyándose en su hombro. – Siempre al ladito tuyo, Nat.
Natalia dejó un beso en la cabellera de la rubia y tras ponerse un pijama, se metieron en la cama y a los pocos minutos, mientras se acariciaban levemente sus brazos, cayeron rendidas. Con mil historias en sus cabezas que no eran capaces de dejar salir, por si se cumplían.
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Nada era como antes y no solo ellas lo notaban. Había llegado el fin de semana y el plan por una buena causa que había pensado Alba inicialmente, no había hecho falta. Julia y Sabela habían saltado a la piscina de la manita la noche de la última fiesta, en la que envalentonadas por el alcohol, hablaron de todo largo y tendido. Pero nadie sabía los detalles. Eso iba a ser secreto de sumario para ellas, para su baúl de recuerdos, por lo menos por el momento.
Ya era sábado y lo poco que quedaba de semana se les antojaba eterna. Alba, se la había pasado terminando una nueva obra y con papeleo en la galería donde, antes de lo previsto, se abriría la primera exposición. El viernes fue quizás demasiado intenso para sus emociones, con la buena noticia de que un artista local, expondría allí en dos semanas y deberían prepararlo todo para que saliera perfecto.
Y por otro lado, Natalia se había encerrado en el estudio con Damion y dos personas más para terminar aquel tema que estaba perfilando. Jugando con la guitarra, toqueteando la mesa de mezclas y sintiéndose una niña pequeña la mañana de navidad. Reía mientras probaba sonidos nuevos, queriendo ir un poco más allá de lo que había hecho hasta el momento. Aún nada había visto la luz, pero tenía preparadas tres canciones a la espera de salir. Y estaba terminando una cuarta, porque así era ella. Trabajadora e intensita.
