Capítulo 5. Complejo de koala

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Le quedaba una canción para acabar y para aquella tarde había decidido decantarse por Watch de Billie Eilish. La llegada de la pequeña rubia a la cafetería provocó en ella una avalancha de emociones y quería acabar la actuación para saber que le había parecido. Cierto era que ya la había escuchado cantar el día que llegó mientras María le hacía aquella improvisada audición, pero no más.

Go ahead and watch my heart burn
With the fire that you started in me
But I'll never let you back to put it out

Bajó del pequeño escenario improvisado mientras algunas personas que estaban allí aplaudían y la morena se limitaba a dar las gracias con la mejor de sus sonrisas, moviéndose con agilidad con su guitarra negra a la espalda entre las mesas, para llegar a la altura de las dos rubias que la esperaban con los brazos abiertos.

-Que temazos, cabrona. – Le había dicho María después de fundirse en un abrazo. – Nos vemos el lunes, penca.

María se despidió de ellas ya que tenía que volver detrás de la barra para ayudar a África con una aglomeración de clientes espontánea. Y las dos muchachas se devolvieron la atención la una a la otra. A la rubia le entró una risa nerviosa que hizo reír a Natalia, que por fin, la rodeó entre sus brazos y depositó un beso en la cabellera rubia de la más bajita que se apoyaba en su pecho y le devolvía el gesto, estrujándola contra su pecho. Suspiró y muy a su pesar, se separó de ella.

- ¿Nos vamos, Albi?

Y salieron del local, abrazadas como cada tarde charlando animadamente sobre cómo les había ido el día, hoy Alba había llevado su coche, aunque no por casualidad. Se acercaron a él y una vez dentro, Alba tomó aire. Estaba nerviosa por simplemente invitarla a cenar de aquella manera casi formal.

- ¿Te apetece ir a cenar conmigo? Para celebrar el pedazo de actuación de hoy. – Preguntó tímidamente.

- ¡Por supuesto! – La morena respondió tan convencida que la sorprendió. – Entonces, ¿te ha gustado?

- ¿Qué si me ha gustado, Nat? – Se giró hacia ella y sonrió a todo lo que daban sus mejillas. – Me ha parecido increíble.

Natalia sintió un alivio y volvió a respirar con calma. Más sonriente que nunca. Que a Alba le hubiera gustado, le parecía tan importante como hacer bien su trabajo y que se haya presentado de sorpresa, le había hecho tanta ilusión que se sentía una niña pequeña.

- ¿Y a dónde me llevas? – Le preguntó una vez a su acompañante puso el coche en marcha y avanzaban en silencio. – Voy a poner un poco la radio.

-Es una sorpresa.

El resto del trayecto lo habían pasado centradas cada una metida en sus pensamientos. Alba con la vista fijada en la carretera, no era capaz de mirar a su acompañante ni en los semáforos en rojo. Ese día tenía en autocontrol por los mismísimos suelos y no quería cagarla. No más que cuando abiertamente delante de María había afirmado lo que quería con la morena. Pero la iba a cagar si la miraba, era consciente. Aquella noche quería ir a cenar con la morena para celebrar que había acabado el proyecto que tanto le había dado la lata aquellos últimos meses y por fin tendría tiempo para descansar y sobre todo, en lo más que pensaba la rubia, ver las actuaciones de su amiga.

Natalia, con la mirada perdida en aquella ventanilla de coche a través de la que veía como las luces de Madrid empezaban a encenderse, nerviosa sin motivo aparente, jugaba con su septum y luchaba con todas sus fuerzas no mirar el perfil de la rubia que conducía a su lado, porque ese día, ella también, tenía el autocontrol a un nivel casi inexistente y eso le acojonaba. Pero tenía que tirar pa' lante. No se iba a tirar del coche en marcha y mucho menos darle plantón a su amiga.

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