Seis.

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- ¡Hey! - grité mientras corría hacia ellos.

Los tres chicos de repente se levantaron. Entre ellos estaba Zac y otros dos idiotas de equipo de basquetbol, a los que veía a diario. Rayos.

Por fortuna, se echaron a correr.

Eso no me lo esperaba ¿logré intimidarlos?

- A la verga ¿éstas bien wey? - le dije a Temo mientras dejaba caer mi mochila y me arrodillaba a su lado.

- Bien - susurró.

Mientras me ponía de pie nuevamente, alargué la mano hacia su brazo para ayudarlo a levantarse.

- No me toques - me dijo, apartándome de un manotazo.

Uy mamoncito.

- Lo siento. - Lo observé de cerca, tratando de evaluar los daños de los golpes que le habían dado pero...no había golpes, no había contusiones, mis ojos recorrieron su cuerpo (con fines únicamente de evaluar su salud física, obvio) y se detuvieron en sus pies. Alcé mis cejas y al instante comprendí lo que había sucedido. Zac y sus imbéciles no tenían intención de hacerle daño, no realmente, aunque sí de humillarlo pues le habían quitado sus zapatos. Sabía cómo funcionaba eso. Los zapatos serían expuestos en la mañana colgando de las líneas eléctricas en frente de la escuela.

- Mis zapatos favoritos - se quejó Temo.

Miré sus pies otra vez y le sonreí.

- No es gracioso, tonto.

Uy mamoncito x2

- Es que...tus calcetines - eran de arcoiris, literalmente las franjas de colores se iban formando por todo lo largo hasta difuminarse en un color negro y con unas caritas sonrientes en la orilla.

Temo frunció el ceño y luego se puso de pie, solito.

- Sí, jaja, muy divertido. Tengo que irme.

Ush... Este fulano es todo un caso. Y yo que algún día creí que podía caerme bien.

- Espera...

Y sin embargo, yo aún quiero caerle bien ¿Qué chingados?

Volvió su cabeza hacia mí y arqueó una ceja.

Ahre, eso fue un poco sexy.

- Deja que te lleve a casa.

- Puedo caminar - comentó con voz más fría que el clima.

- Bueno. Por primera vez en años está nevando en la ciudad y...tú estás descalzo. No puedes caminar hasta tu casa sobre la nieve y sin zapatos.

Ninguno de los dos se movió durante minutos hasta que él suspiró ruidosamente.

- Vamos - le dije, señalando con la cabeza al estacionamiento - Me estacioné por allá.

Temo se echó la mochila al hombro.

- Gracias - susurró suavemente tambaleándose al caminar - lo siento. Ya no siento mis pies.

Me causó demasiada ternura y sonreí de nuevo.

- Móntame.

- ¡¿Qué?!

Parecía que sus ojos se iban a salir de su rostro y yo me puse rojisimo.

- Bueno, eso sonó mal pero pero pero... me refería a que te subieras en mi, en mi espalda pues.

- ¿Quieres...cargarme? - me preguntó con su rostro lleno de sorpesa hasta que su expresión cambió a miedo cuando se cayó de culo al no poder mantener el equilibrio.

Bastones de caramelo (Aristemo) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora