9 - Desapariciones

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Dos meses pasaron. Dos meses en los que pasaron muchísimas cosas: Passione entró en crisis; Giorno había desaparecido y Esteban llegó a matar a los rebeldes, y se hizo de seguidores con su encanto natural. Era el nuevo líder.

Mista y Polnareff lograron esconderse; Polnareff estuvo a salvo al estar de espía en la casa de la amiga de Fiore, y Mista no se salvó de un par de palizas; primero, porque, en la búsqueda de la chica, tuvo la suerte de encontrarla, cuando iba a casa de su amiga, pero un hombre sospechoso la seguía así que la defendió, comenzando una pelea con Tom. Por suerte logró vencer a Tom, pero había perdido el rastro de Fiore, así que fue hasta la casa de la amiga, donde Polnareff aseguró había estado, ya que no se quedó mucho tiempo ahí, estuvo un par de minutos y se fue, corriendo y con maleta en mano, mientras su amiga la despedía.

Mista, desesperado, trató de localizarla, pero no pudo, y tampoco a Giorno, las llamadas no se completaban.

Al día siguiente, en la oficina, se dio cuenta de que algo andaba mal, el hombre llamado Esteban había tomado el control, alegando que había acabado con la vida de Giorno.

Mista no podía aceptar ese hecho, así que trató de pelear con él, pero le fue imposible tocarlo, esa habilidad de portales era una total complicación, además de que tenía que defender a Polnareff. Mista perdió la batalla, pero logró huir a penas, gracias a algunos compañeros de la mafia.

Se ocultaron un par de semanas en varias partes de Italia, ya que los estaban buscando para matarlos, era bien sabido que era la mano derecha de Giorno, no le darían oportunidad alguna.

Estaban desesperados, por no saber nada de Giorno ni de Fiore, aunque esta última no era la verdadera preocupación de Mista.

—Giorno, diablos, no puedes estar muerto, es una mentira... —susurraba Mista, escondido en un edificio abandonado, junto con Polnareff, que observaba el paisaje desde el umbral de una ventana—. Todo comenzó por culpa de ella... si no la hubiera conocido nada de esto habría pasado, un imbécil como él jamás hubiera derrotado a Giorno.

—Mista, sé cómo te sientes, pero no debemos buscar culpables —trató de calmar Polnareff.

—¡¿Qué no?! ¡Diablos, Polnareff! ¡Sabes que en parte fue su culpa! ¡Lo tenía completamente idiotizado!

—¿Y de qué sirve ahora ese enojo? ¡De nada! Lo que pasó ya pasó, debemos pensar qué hacer ahora —atajó Polnareff, mientras Mista chistaba y daba vueltas en la habitación.

—No sé qué hacer, estamos perdidos, todo está acabado —dijo Mista después de un rato de estar caminando y pateando latas—. Italia ya no es seguro para nosotros y si Giorno está muerto... lleva dos meses sin aparecer.

Polnareff bajó la mirada. Era cierto, ya no había muchas esperanzas.

—Tendremos que dejar el país, Mista. Es lo único que se me ocurre. Al menos tenemos la flecha, ese tal Esteban no tiene conocimiento de su existencia, así que seguiremos protegiéndola. Es lo que Giorno querría...

Mista asintió después de un largo suspiro; Italia era su hogar y si fueran otras circunstancias pelearía por su orgullo y casa, pero tenían ventaja sobre ellos, y mucha.

—Bien, pequeña tortuga, en la noche veré cómo nos movemos al aeropuerto, trataremos de salir pronto.

Entonces su celular sonó, casi de milagro. Mista abrió mucho los ojos:

—¡Es Giorno! —gritó con alegría, tanta, que casi tira el celular.

—¡Tonto! ¡Contesta ya! —regañó Polnareff, mientras Mista lo hacía sin chistar.

Mia Ragazza. Giorno Giovanna X LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora