Capítulo 2 - Soledad

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Terry

—¿Vendrás luego de la función? —me pregunta Susana con sus ojos llenos de ilusión.

Esquivo su mirada porque a más de aumentar mis pesares, me hastía su sola presencia, casi no soporto estar a su lado.

Estar con ella es como cargar una cruz de concreto que cada vez pesa más y más.

¿Hasta cuándo? Es la pregunta que me hago constantemente.

Me concentro en mi respiración y giro al lado contrario para no verle.

—No —contesto sin mirarla siquiera.

—No te preocupes, sé que tus obras de caridad son muy importantes, ojalá me dejaras acompañarte —suspira con la esperanza filtrándose por cada una de sus palabras.

Esperanza que me descompone y me consume por dentro.

—Ya hemos hablado sobre eso —pongo los ojos en blanco sin que me vea.

Cada palabra suya solo sirve para enervarme. Y esto no es solo de hoy, es algo que se sigue acumulando según van pasando los días, los meses, lo años. Cierro los ojos un instante, sintiéndome agotado.

He hecho lo imposible por...

Ni siquiera encuentro la palabra que defina lo que he hecho por seguir junto a ella, pero soportar es un verbo bastante cercano.

No sé cuántas veces he maldecido la hora en que me salvó, ojalá las luminarias del teatro me hubieran caído encima, seguro que el descanso eterno hubiera sido mejor que esta vida sin vida.

—Lo sé, lo sé, yo solo decía...—su voz no logra ocultar la decepción que siente.

Vuelvo a cerrar por un segundo los ojos con la culpa latiendo en cada poro de mi piel.

Me martiriza que me ame.

Me martiriza no amarla.

Me martiriza no soportarla.

Me martiriza vivir pensando en otra.

Y que esa otra viva tan lejos de mi como lo está el cielo de la tierra.

—Ya me voy, tengo que ir al teatro —me despido modulando el tono de mi voz para que suene más amable.

La miro un segundo y no veo a una mujer, solo veo la obligación que me ata a ella.

—¿Vendrás para Noche Buena? —pregunta con una sonrisa esperanzada que me abruma.

—No lo creo —tomo otra bocanada de aire lentamente. Estoy tratando de no maldecir en su presencia.

—Entiendo —suspira— ¿y para Navidad? —intenta con otra mirada ilusionada.

—Tal vez —trato de no sonar hastiado y tengo que poner al cien por ciento mis dotes histriónicas para no fallar.

Debo reconocer que gracias a ella soy un gran actor, porque a diario tengo que actuar frente a ella para no demostrar toda la desazón, el martirio, la angustia, la decepción que me causa estar a su lado.

Pestañeo un par de veces y me concentro para que mis facciones sigan pareciendo de mármol, de lo contrario vería que soy un muerto en vida a su lado.

—Siempre llegas después de Navidad, lo sé. Es solo que pensé...que este año sería diferente —susurra desconsolada.

—No lo creo Susy —digo con una gota de compasión al ver la desilusión en sus facciones.

No sé ni de donde saco tanta compasión para mostrarla, cada gota que destilo se lleva un poco de mi humanidad. Creo que todo lo que siento por ella es eso, compasión porque ya ni agradecimiento tengo, es más, maldigo el momento en que me salvó la vida. Y maldigo cada segundo que respiro.

Solsticio de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora