Capítulo sexto: Sáreth y Calebia

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Sáreth, la mujer que se encuentra siendo torturada en la cámara posicionada al otro lado del pasillo respecto a la celda de Kaylen, había llegado al subcírculo casi al mismo tiempo que Kaylen, podríamos decir que son de la misma época y que sus historias acontecieron aproximadamente en los mismos años. De los pecados de ella nació el demonio Calebia quien es la encarnación de todos su temores subconscientes y quien cumple su trabajo de manera impoluta, sin haber presentado síntomas de fallas en ningún momento y quien, al igual que Tempala, no tiene ojos para nadie más, no por cuestiones románticas sino porque así está designado, por lo tanto, Calebia es completamente ignorante de la existencia de Kaylen y Tempala, pero no podemos decir lo mismo de Sáreth, quien pareciera tener un mayor temple que le hace ser capaz de apartarse del dolor y observar a su alrededor, habiendo prestado especial atención en Kaylen, tal vez por la cercanía entre sus cámaras, lo cierto es que él le produce una especie de lástima y una inmensa pena que hace huecos en su corazón, es asombroso que una persona existiendo bajo estas condiciones sea capaz aún de mostrar empatía, de olvidar por un momento el sufrimiento propio y preocuparse por el del otro.

Al poco tiempo de que Tempala comenzara a tener dudas en sus deberes, Sáreth logró lo que ningún ser maldito había logrado hasta el momento, era una tarde con tonos púrpuras en el cielo ligeramente nublado y, Sáreth, con el temple que la caracteriza, logró arrastrarse hasta las afueras de la mazmorra a pesar de tener a su demonio encima de ella y no es que ella fuera poseedora de gran fuerza física, pero la ventaja de tener un demonio de dimensiones apenas mayores a las de un perro de raza grande, es que te permite lidiar más fácilmente con él cuando se tiene la suficiente entereza mental para hacer frente a tus propios demonios. Si bien el camino hacia los jardines del castillo no fue gratuito y le costó a Sáreth una pierna y la mitad de la otra, las cuales rápidamente volvían a crecer debido a las propiedades ya mencionadas anteriormente, para ella, todo eso valió la pena pues logró conseguir un pequeño ramo de flores silvestres de color anaranjado y de aroma agradable que rompía con todo lo conocido hasta el momento por ella, representando lo opuesto a la tortura y aromas nauseabundos que le pudrían la nariz por dentro. Fue gracias a eso, que una ligera sonrisa se dibujó en su rostro por primera vez en todo el tiempo que ahí llevaba, brindándole una sensación de paz que no pudo ser interrumpida ni siquiera por Calebia, quien, aprovechando el estado de trance en que Sáreth se encontraba, la arrastraba con gran salvajismo y a una gran velocidad de vuelta a su celda.

Una vez de regreso en la cámara, lo único que logró romper ese momento de paz al cual se había aferrado con todas sus fuerzas, fueron los gritos y lamentos de Kaylen en la cámara contigua, a quien volteó a ver con una gran lástima y sintiendo más el dolor de él que el suyo propio, por lo que, tomó fuerzas nuevamente y concentrada en querer ayudarlo y aliviar sus penas aunque fuera por un instante, logró arrastrarse lentamente y poco a poco hasta la cámara de Kaylen y le entregó a éste las flores, aunque él poco o nulo caso les prestó debido a que se encontraba absorto en su propio dolor el cual le impedía incluso notar la presencia de Sáreth en su celda. Fue hasta que ella, a punto de perder las pocas fuerzas que le quedaban para sujetarse de la pierna de Tempala y así evitar que Calebia la arrastrase de vuelta a su celda, intentó una última cosa y acercó las flores a la nariz de Kaylen que se encontraba sangrando debido a las torturas recibidas.

Pronto el fresco aroma de las flores penetró las fosas nasales ensangrentadas de Kaylen y le hicieron romper el trance provocado por las torturas y darse cuenta de las dos presencias extrañas que lo acompañaban en su lecho tortuoso, ese bello aroma era la primer cosa hermosa que conocía en toda una vida de torturas, la primer cosa que le hacía sentir bien y tranquilo por lo menos durante unos instantes, que le bastaron para centrar su mirada en la mano que apretaba contra su nariz ese pequeño ramo de flores naranjas y, lentamente, como si sus sentidos fueran en cámara lenta, recorrió con la vista la extremidad que sostenía aquel bello regalo, hasta encontrarse con el rostro de una joven cuyos ojos resguardaban un paisaje con cielo nublado del cual se precipitaban lágrimas que completaban la tormenta que en su rostro se encontraba plasmada. Aquella primer cosa hermosa que le provocó sentimientos agradables, no se comparará jamás, ni lo más remotamente, a lo que la segunda cosa más hermosa, sólo en cuestión de orden temporal y no en cuestión de belleza, que ha visto le hizo sentir; si las flores lograron alejarlo del dolor por un par de segundos, el bello rostro de Sáreth, combinado con la conmovedora acción que estaba realizando, fueron como una inyección definitiva de anestesia que inhibió por completo su sistema nervioso y le hizo cincelar por primera vez en aquella existencia, una sonrisa en su rostro, tan penosa y horrible como puede ser la de alguien en tan miserable condición.

Pero, al observar aquella sonrisa en el rostro de Kaylen, Tempala, quien hasta ese momento no era consciente de las dos presencias junto a él, ni de tener a alguien sujetándole la pierna, pues raramente prestaba atención a las sensaciones que recorrían su cuerpo; reaccionó dando un salto repentino y lanzando de un manotazo las flores, las cuales cayeron a medio metro de distancia, a la vez que Kaylen y Sáreth, quienes se encontraban perdidos en la mirada del otro, volvieron en sí y notaron a la bestia furiosa que tenían frente a ellos que lanzaba manotazos a diestra y siniestra y escupía blasfemias y gruñidos llenos de una profunda rabia, Tempala se encontraba furioso y celoso, no entendía lo que esa sonrisa significaba pero lo que sí entendía es que con él, Kaylen jamás había tenido una reacción parecida ni había estado en calma.

Inmediatamente Tempala volteó hacia Calebia que se encontraba ignorante de la función acontecida justo delante de él pues no perdió ni por un instante la concentración en realizar sus obligaciones y en tales designios se encontraba cuando de repente, de la nada y por primera vez en su vida, sintió el dolor, el cual venía por parte de un golpe propiciado por Tempala quien, muy en el fondo de su ser, llevaba inscrito en su cerebro una serie de reglas impuestas por el mismo Mithantro en todos los demonios al momento de darlos a luz por su terrible miembro; las cuales le imponían el no ser capaz de torturar o maltratar de manera alguna a la víctima de otro demonio, ya que eso sería castigado con aquel castigo que sólo el propio Mithantro era capaz de imponer, lo que llevó a Tempala a descargar su furia en contra de aquel demonio victimario de Sáreth.

Calebia desconcertado, volvió la mirada hacia Tempala, quien continuaba agrediéndolo pero no supo cómo reaccionar ya que no lograba entender lo que ocurría, así que no le quedó de otra que salir corriendo de la cámara de Kaylen olvidando por un segundo a Sáreth.

Fue entonces que Tempala volteó hacia donde se encontraba ella, quien, al igual que Kaylen, sólo observaban paralizados de terror la dramática escena. Tempala lanzó un terrible rugido y pretendió atacar a la desdichada mujer, aunque él sólo buscaba asustarla para que ésta huyera como lo hizo su demonio, pues sabía que no debía tocarla, pero Kaylen pensó que realmente el demonio la atacaría y se interpuso entre su propio verdugo y la bella mujer que había roto por unos segundos su eterna maldición.

―¡Alejate de ella! ―exclamó Kaylen usando su propio cuerpo de escudo para proteger a Sáreth, quien lanzó un grito de impotencia.

Al ver esto, el demonio no pudo más que retorcer todo su cuerpo por el enfado a la vez que lanzaba distintos gritos y gruñidos sin sentido, mientras que, aprovechando la distracción, Calebia jaló con fuerza a Sáreth, arrastrándola a través del pasillo y lanzándola hacia su celda.

Calebia se interpuso entre Kaylen y Tempala, mirando fijamente a este último como queriéndole reclamar, pero ninguno de ellos era capaz de producir palabra alguna, pues desconocían cualquier tipo de lenguaje o dialecto; a pesar de eso, ambos estaban de acuerdo, aún sin saberlo y gracias a Sáreth, quien por primera vez en la historia, logró despertar esta noción en los residentes del infierno; de que no estaban solos como lo hubieren creído hasta hace poco y que las acciones de aquellos que los rodean pueden repercutir en sus objetivos y en su existencia; de ahora en adelante, los cuatro, ya no serían los mismos y prestarían más atención a los seres en su alrededor y a ellos mismos.

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