Capítulo octavo: El sabor amargo del amor

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Apenas Kaylen mostró signos de mejoría, el demonio Tempala, buscó emocionado el regalo que con tanto afecto tenía pensado darle, pero se dio cuenta que no lo había llevado consigo por llevar en brazos a Kaylen hasta su celda, así que rápidamente volvió a la sala principal del castillo en busca de él y no tardó en encontrarlo, regresando así ante la presencia de Kaylen; observando en el camino, cómo en las otras celdas los demonios torturaban a los hombres y mujeres sin cesar, incluso ignorando el hecho de que éstos se encontraran aún inconscientes por las terribles torturas de Mithantro. Estas aberrantes coreografías a ritmos desiguales que parecían entretejer una misma bandera que ondea entre lamentos y gemidos le dio mucho en qué pensar; pero esos demonios no son como Tempala, ellos son aún más terribles, son odio, dolor y maldad pura. Para sorpresa de Tempala, el único demonio que no torturaba el cuerpo inconsciente de su víctima, era Calebia, quien sólo miraba a Sáreth, tomando su distancia, su semblante parecía el de alguien que se encuentra pensando profundamente, analizando y tal vez dudando sobre las circunstancias que lo han llevado hasta ahí, pero, Tempala le dio poca importancia a dicho suceso pues tenía algo más importante en mente. Llegó al lado de Kaylen quien aún se encontraba inconsciente pero se retorcía como serpiente, impaciente pero vivo al fin de cuenta. Se quedó con él hasta que despertó, no sin antes notar que Sáreth había despertado ya y se encontraba aterrada y completamente muda, no parecía reaccionar ante los sucesos a su alrededor, parecía incluso ignorar por completo las acciones de Calebia, que en vez de torturarla, la examinaba ávidamente. Tal vez Sáreth había despertado, pero se encontraba aún paralizada por el terror y seguramente lo mismo pasaría con Kaylen, así que Tempala decidió guardar su regalo para otro momento, cuando Kaylen se hubiera recuperado por completo de aquel incomparable trauma.

Poco tiempo después, Kaylen abrió los ojos de una brusca manera y su cuerpo pareciera luchar contra una fuerza invisible, agitando los brazos y las piernas desesperadamente, sin darse cuenta que sólo peleaba contra los recuerdos que estando frescos, en su mente seguían impregnados. Y tan sólo un par de minutos después de aquellos intentos fallidos de librarse de una terrible tortura ya acontecida, se quedó estático, completamente inmóvil, como si en un profundo coma hubiera caído de golpe; encontrándose así, en el mismo estado en el que Sáreth llevaba ya un buen rato; y sirviendo de nada, para alcanzar la calma, los intentos de Tempala por contener con sus seis brazos la lucha imaginaria que Kaylen libró cuando recién abrió los ojos.

Tempala, sintiendo una gran pena dentro de su tenebroso ser, decidió, contra su naturaleza, contra todas aquellas reglas grabadas en su interior al momento de ser creado; dejar descansar a aquel hombre que reposaba delante de él. Tenía demasiados sentimientos encontrados y dudaba de qué acción llevar a cabo, así que salió de aquella celda de la cual era celador, para recorrer los pasillos de aquel inmenso calabozo, como en busca de una señal del destino, que le indicase qué camino seguir, acción tan humana como cuando un hombre o mujer sobre la tierra, deambula bajo la lluvia, en una tarde nublada por dudas, buscando que el agua que viene del cielo limpie y aclare su conciencia.

Calebia, quien se encontraba realizando todo tipo de acciones para tratar de volver en sí a Sáreth, notó cómo el demonio de la cámara de al lado se iba, dejando abandonada a su víctima, hecho que llamó profundamente su atención y, que al sentirse inútil, pues su propia víctima no reaccionaba a lo que éste le hacía; decidió seguirlo para averiguar cuál era su cometido, podía sentir que algo tramaba y temía que, como en situaciones anteriores, aquello le trajera repercusiones.

Mientras tanto Tempala recorría aquellos pasillos cubiertos por penumbras, con olor a sangre y ambientados por gritos, quejidos y lamentos; mientras avanzaba, ponía atención a lo acontecido en cada celda, tratando de aprender el lenguaje humano o de comprender la posición en la que se encontraba, de conocer cuál era aquella fuerza que hacía girar el engranaje que movía las acciones de aquellos demonios quienes, seguían siendo completamente distintos a él. Pero su recorrido se volvía infructífero ya que los seres que antes fueron humanos y que ahora se encontraban siendo torturados en aquel horrible lugar, aún siendo conocedores del lenguaje, no lo usaban, no tenían motivos para hacerlo pues resultaba inútil y todos estaban perdidos dentro de su propio dolor como para tener la voluntad de comunicarse con otros seres, las únicas palabras que resonaban entre aquellas cavernas, eran ya familiares para el demonio.

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