Capítulo décimo primero: Ámame hasta el miedo

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Se encontraban Tempala y Calebia con la mirada perdida y la palabra ausente, qué no hubiera dado el primero por cambiar sus seis brazos por seis ojos, pues los dos que posee apenas le alcanzan para contemplar con uno de ellos a su amada víctima y vigilar con el otro el pasillo, esperando con un profundo temor que algún otro vigilante o incluso el mismo Mithantro llegara hasta el marco rocoso de su celda a imponerles el castigo más temible existente dentro de los dominios del todo por haber quebrantado las reglas, por haberse mezclado con aquel ser de energía que era una parte del poderoso y temible dios del infierno, pero el tiempo avanzaba y todo transcurría con aparente calma, no había ni el más mínimo rastro de entidad amenazante alguna y eso calmaba poco a poco los nervios de la copla de demonios, quienes no podían evitar estremecerse y aterrorizarse con cada grito, cada gruñido, cada ruido que de más allá de los confines de sus territorios, retumbara hasta sus avispados oídos, y en el infierno, estos sonidos son constantes y perpetuos. Por su parte Kaylen y Sáreth se encontraban aún atemorizados y a la espera de una nueva tortura que parecía posponerse cada vez más, sin embargo, la simple espera, la simple noción de saberse víctima, de esperar una terrible tortura en cualquier momento y proveniente de cualquier dirección, era suficientemente insoportable. Sáreth, quien parecía ser, de los dos seres malditos, la más fuerte y templada, se arrastraba lentamente a través de su celda, tratando de acercarse al borde de ésta, posicionándose lo más cerca de la cámara de Kaylen sin abandonar la suya propia, acción ante la cual Calebia parecía ignorante pues éste se encontraba ya en su propio infierno mental.

Así pasaba el tiempo, congelado en apariencia, aquel espectador que lo observara a lo lejos, no habría encontrado diferencia alguna entre una fotografía estática y aquella sobria escena; pero, conforme el tiempo avanzaba y los demonios se calmaban y se convencían a sí mismos de que todo estaría bien y que nadie podía enterarse de lo sucedido, la escena que parecía encontrarse en pausa, poco a poco se reanimaba, los demonios agitaban la cabeza, estiraban sus extremidades, veían a los huéspedes de las celdas contiguas, recorrían sus escasos dominios y reproducían una que otra palabra suelta que lograba escabullirse entre sus pensamientos.

El sobrecargo de emociones por las vivencias anteriores, se había disipado de la mente de los demonios y les permitía centrarse de nuevo en su presente. Tempala, quien caminaba de un lado a otro con la mirada fija en Kaylen, se veía víctima de su consciencia, recordaba todas las aberraciones que había cometido contra el ser temeroso que se postraba ante él, todas sin motivo, así fue manipulado, cual títere inanimado. ¿Cómo obtener su perdón?, ¿Cómo reparar el daño?, Tempala observó al desdichado hombre y lo noto sucio y descuidado, enfocó su mirada en Sáreth y la encontró en el mismo estado, el demonio entonces, se precipitó hacia Calebia y lo tomó con cuatro de sus brazos, elevándolo hasta tenerlo a la altura de sus ojos, mientras éste se agitaba intentando liberarse, pero una vez que Tempala se dirigió a él con voz estruendosa pero pacífica, dejó de forcejear y prestó atención a las palabras de su contraparte.

―TENEMOS ASUNTOS QUE DISCUTIR MALDITA ESCORIA. ―gruñó el demonio Tempala.

―LO SÉ MIERDA, LO SÉ, TENGO MUCHAS DUDAS Y NO LOGRO COMPRENDER NADA DE ESTA BASURA.

―SERÁ MEJOR QUE ME ACOMPAÑES, NECESITAMOS ENCONTRAR ALGO DE AGUA PARA ESTOS DESGRACIADOS.

―¿AGUA?, ¿PARA QUÉ?

―TE EXPLICARÉ DESPUÉS...

Los demonios se apartaron a paso lento pero constante de las celdas en las que eran carceleros y verdugos, dejando solos a Sáreth y a Kaylen; éste último seguía arrinconado en posición fetal sobre la helada cama de piedra mientras que Sáreth, más atenta a la situación, observaba a los demonios alejarse por el pasillo y, esperando a que estos se perdieran a lo lejos, con voz baja y temblorosa intentaba llamar la atención de Kaylen pero éste no era capaz de escucharle, por lo que una vez que los demonios se hallaban lo suficientemente lejos, Sáreth se escabulló hasta la cama de Kaylen.

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