Capítulo cuarto: Tempala a través de los ojos de Kaylen

0 0 0
                                    


Tempala, para el mundo es sólo un nombre, siete letras carentes de un significado real, pero para Kaylen, ese es el nombre del terror, del verdugo que convierte su existencia en dolor puro y total, desde que tiene memoria, la figura de Tempala ha estado presente frente a sus ojos, no habiendo existido un instante en el cual se viera librado de ella, es su sombra y a la vez el sol que al quemar su deteriorada piel, produce la penumbra. Un ser de aproximadamente dos metros de alto frente al metro punto siete que alcanza Kaylen en su ya más madura etapa que ronda los veintiséis años; un ser con seis largos y delgados brazos que salen directamente desde su dorso y no a sus costados como es frecuente, de apariencia andrógina y con carencia absoluta de cualquier tipo de vello, su piel de textura parecida a la madera es de tonalidad café oscuro y su rostro es casi circular aunque termina en una punta bastante chata por la parte de la mandíbula, sus labios son extremadamente flexibles, siendo casi imperceptibles cuando su rostro es inexpresivo, pero pudiendo abrirse casi de extremo a extremo al mostrar sus feroces fauces, incrustadas con decenas de pequeños y afilados dientes que presentan incongruencia con la fachada descuidada y tenebrosa del resto del demonio, al ser de un blanco completamente reluciente, pudiendo brillar intensamente aún en condiciones de poca iluminación, lo que lo torna siniestro al sonreír de manera esquizofrénica entre las sombras de la cámara de Kaylen; sus ojos son elípticos aunque con una excentricidad que pareciera tender a cero, inundados de una pronunciada esclerótica negra que cubre casi en su totalidad el ojo, dejando lugar a una pequeña iris de color blanca y una pupila, casi siempre dilatada también de color negro; su nariz, son dos orificios perfectamente simétricos que juntos formarían un triángulo equilátero pero que se encuentran separados por una fina línea que dibuja las fosas nasales, las cuales, dan la sensación de conformar una nariz inversa pues, aunque ligeramente, éstas se sumen dentro del rostro de Tempala quien además, posee en su cabeza, dos alargadas orejas que parecieran formar cuernos. Otras características destacadas del demonio son los apéndices que sobresalen a través de su espalda y una cola gruesa y de longitud mediana que mueve tan ágilmente como si de otro brazo se tratara.

Es este temible ser el que ha acompañado a Kaylen durante toda su vida, propiciándole tortura tras tortura. Cada parte de éste, cada uña, cada apéndice, cada hueso, cada célula es la representación del mal para un ser desdichado como Kaylen, quien lo odia con todo su ser a la vez que le teme; su sola presencia le provoca náuseas y altera su presión arterial; si pudiera pedir un sólo deseo, sería el librarse de él de una vez por todas y para siempre, es más, se conformaría con librarse de él tan sólo por un par de segundos, pues, a pesar de estar rodeado de tortura y seres igual o más horripilantes, la ausencia de Tempala lo haría sentir como en un paraíso donde los lamentos de sus compañeros de penas, sonarían como los más hermosos cantos de los ángeles y la podredumbre esparcida por los suelos del calabozo, se verían como bellas flores de todos los colores mientras el aroma de la carne podrida y las heces acumuladas de hombres y demonios parecerían las dulces fragancias emitidas por aquellas flores. Pero este es un escenario que sólo es posible en la imaginación de Kaylen quien a veces, por lo menos durante segundo y medio o poco menos, logra hacer a su mente escapar de la tortura y soñar con aquella única cosa con la que es capaz de soñar alguien atrapado en semejante situación.

GestareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora