- Las razones comerciales son las mejores- Sonrió María
- Bueno, por lo menos, son siempre una buena explicación de por qué se hacen las cosas, cuando no se quieren decir las verdaderas razones.- Comentó cerrando los ojos.
- Supongo que he de darte la razón Arthur.
- Supongo que si.
El silencio volvió a formarse entre ambos.
- No creo que fuese América quien lo hizo.- reconoció finalmente María
Arthur siguió caminando sin variar el ritmo en silencio.
- Yo no lo sé- Dijo tras un rato.
- No hay manera de probarlo.- Reconoció ella.
- Por qué me lo dices?- Preguntó lentamente
- Porque creo que de todos los países, el que está más destrozado eres tú- Reconoció con una sonrisa- No me puedo imaginar lo que es ver a tu hijo como está, y el resto de cosas...
- Yo no me imagino lo que puede ser perder a tu hermano- Comentó Arthur impasible.
María se metió las manos en los bolsillos.
- Rusia y yo sólo nos conocíamos de cincuenta años... Así que creo que no puede ser comparable.
El camino hasta el hotel, transcurrió en silencio. Ninguno de los dos volvió a pronunciar palabra. Inglaterra no se había referido precisamente a Iván cuando había hablado sobre su hermano, sino a otra persona, por quien María puede que hubiese llorado mucho en silencio. Pero algo interesante, era que le había planteado la posibilidad, de que no hubiese sido Alfred el culpable de tantas muertes... Pero si no había sido él, quien había sido? Era dificil saberlo. Se iría a su casa, trabajaría un rato, y luego ya hablaría todo con Scott.
Antonio caminaba por las calles de Finisterre con las manos en los bolsillos. Volvía a tener sus antiguas tierras... Aunque no podía sacar nada de ellas. Se sentó en el acantilado mientras miraba al horizonte. Volvía a tener sus tierras... No las quería. Si con ello hubiese evitado lo ocurrido hacía unas semanas, cuando tanto deseaba volver a tener sus territorios americanos, no las hubiese querido.
Arthur de vuelta en su casa, terminó el té de su taza de porcelana italiana. Ya no le encontraba ningún sabor. Era demasiado suave, era demasiado azucarado. Bajó a su bodega, donde tras dejar de ser imperio había guardado todo su ron. Cogió una botella de hacía cuatrocientos años. Sabía tan bueno, era tan maravilloso. Cómo podía haber dejado de beber ron. Y encima su ron había envejecido, la gente diría que aquel viejo mejunje era veneno, pero, era la cosa más deliciosa que había bebido en mucho tiempo. Comenzó a pasear lentamente por su bodega. También tenía allí su vieja cazadora pirata, y su vieja espada... y su parche. Sonrió mientras miraba sus antiguos recuerdos.
Se vistió con su antiguo traje y desenfundó su espada. Necesitaba limpiarla, pero le quedaba bien. Recordaba haber dejado de llevar las ropas piratas cuando se le quedaron pequeñas, sin embargo, volvían a quedarle bien. Sonrió con melancolía al volver a encajar el sombrero en su cabeza... Cuantas peleas había tenido contra Francia, cuantos gritos y cuantas guerras... Por tratar de conquistarse... Pero, él ya tenía Francia, finalmente tras dos mil años había conquistado Francia... Pero no sentía haberlo hecho. No quería haberle conquistado así.
Durante siglos, había soñado con sitiar Paris durante meses, durante años, grandes y gloriosas batallas. Ganar unas, perder otras, y finalmente, alzarse con la victoria y derribar la bandera francesa de su república, y colocar en medio del caos y fuego la invencible bandera de Gran Bretaña. Francia rendido ante sus pies implorando por su vida. Saquear los pueblos, las ciudades, asesinar a los hombres, secuestrar a los niños, violar a las mujeres y a los caballos.
Pero no aquello. Ya no habría las grandes y gloriosas guerras que tanto había planeado. Ya no existiría nada, porque, su gran enemigo, Francia, ya no existía.
Estados Unidos dejaría de existir en unos años. Lo que se había hecho, era sitiarle como país. Y si él de verdad no había sido el culpable...?
Tal vez intentase solicitar algún territorio más en África, pensó finalmente, con un peligroso fulgor esmeralda en sus ojos. Un fulgor imperial.
Rodrigo caminaba lentamente por las costas del Algarve, las playas más hermosas de Iberia, y unas de las más bellas del mundo. Era invierno y hacía frío. Se quedó sentado en la costa mirando el mar. El océano atlántico. El océano que tantas buenas batalles le había dado, el océano que tantas cosas le había dado. El mar de su infancia y sus tardes. Brasil volvía a ser suyo... Pero él no quería Brasil... Él quería a Luciano... y era lo que ya no tenía... Suspiró con los ojos fijos en el gran azul. Nunca había sido una persona muy activa... ni siquiera en sus años como imperio, siempre había preferido tumbarse en una buena playa, dejarle las cosas técnicas y las batallas a Inglaterra e ir a apoyar cuando hiciese falta... Era la hora de ponerse a hacer algo, por primera vez desde hacía unos cuantos siglos. Debía salir del atraso en que estaba, y comenzar a pensar de una vez en el futuro.
María miraba por la ventana el lento caer de los copos de nieve. Era el día diez de diciembre... Se acercaba navidad y el cumpleaños de Iván... y después llegaría el de Ludwig y ninguno iba a estar con ella para esas fechas. Suspiró mientras se cambiaba de sexo. Gilbert se sentó a la mesa de su escritorio. Las instalaciones para limpiar el aire iban avanzando viento en popa, es decir, era complicado, pero para dentro de cinco años, tendría los planos terminados. No tenía ninguna prisa en terminar, es decir, sí que la tenía, pero pensaba ir a su ritmo, ir con cuidado, y no dejar que nadie sospechase nada sobre ella.
5 años después.
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Un lo siento, no nos basta.
FanfictionLa mitad del mundo ha sido destruido, pero, quien ha sido el culpable? Latinoamérica, Rusia, Francia, China, Alemania, más de la mitad de áfrica... Están fuera de combate. Un momento de tensión para el mundo vivo, y en especial para el obvio respon...