Suya

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Suya...

- Soy suya, ya estás contento, feliz...ya así se alimenta tu ego. Me jod€ aceptar que me ganaste...

Estaba encharcada brincando encima de su firmeza. Mis fluidos humectaban su vientre. Sentir como resbalaba su venida v€rga en mi sexo sólo me provocaba más y más. Mientras mi pelvis chocaba con sus caderas, su mano invadía el rinconcito que pocas veces es atendido.

Me dijo

- Mmmm...ahhh...levánte un poco

Hice caso de inmediato, esta vez no uso su saliva como hidratante. Ahora abrió mi vagina y deslizó dos dedos entre medio de ella. Colectando de nuestros fluidos y sobajando mi clítoris que palpitaba como si ya me hubiera corrido. Sus dedos son tersos y sabe deliniar mi jugosa fruta así como el pintor creando un esplendoroso lienzo. Me abrí para él como mariposa enseñando su belleza, mi fruta húmeda, densos fluidos bajaban.Sacó sus dedos y comencé a cabalgar con más furgor. Con sus grandes manos me daba de palmadas. A su lado estaba un aceite, un chorro aplicó en mis nalgas, me empapó toda. Entre medio de dolores
p

lacer comencé a sentir.

Cuando su mano inició una lasciva caricia en mi ano temí en querer proseguir. Soy de las que piensa que en el sexo no se piensa, actuas y sólo te dejas llevar. Así lo hice, sentir su palpitante corona dentro de mi y sus dedos jugando con mi pequeño círculo prohibido me hacia delirar y en su verga desquitar.


Me mordía los labios una y otra vez. Apretaba mis pechos y gemía locamente. Todo lo que me provoca era morirme en un orgasmo, bañarme de su simiente y exparsirla por todas partes. Llegué al punto de que quería sentir más, no era suficiente.

Me haló el cabello y con voz susurrante y sensual me pregunta

- ¿Qué te sucede pμta hermosa, quieres más, no te conformas?

Como niña hice puchero y dije que no con la cabeza. Me agarró de la barbilla y me besó con pasión. Pasó su lengua por mis labios y luego...¡PLA! una palmada muy fuerte en mis nalgas ya aceitadas. Me dolió tanto, pero el morbo pudo más y gemí más. Luego de eso me acarició y besó donde había golpeado.

- Hagamos algo, esta noche te inundaré de placer, será sólo para ti. Quieres más...te complaceré sólo déjate llevar por mi suciedad te prometo que pedirás repetir. Ve al sofá y recuestate. Cuando me sientas quiero que levante ese cμlo rico para mi. Ahora vamos, haz lo que te digo.

Hice caso mientras lo observaba retirarse lentamente. Con su erección en pleno apogeo y acariciándose los testículos. Al parecer la cantidad de su néctar era bastante y deseaba explotar. Pasaron como 10 minutos, sentí cuando se acercó y levanté mi trasero como lo había pedido. Volteé para ver que quería hacer en eso que me acaricia entre las nalgas desliza un dedo en aquel y presiona un poco.

- ¿No confías en mi pμt¡ta? Sabes que te cuido, porqué miras?

- Ahhh...por na..da amor Mmmm.

Me abre un poco más las piernas y me ordena

- Alza más

Empezó a frotar aquel capullito que salía de su capuchón y continuó presionando más. No sé, pero en ese momento quería ser penetrada en ese lugar que muy escasamente se atiende. Sus dedos hacían magia, el mar cada vez más el sofá abarcaba. Mi cuerpo ardía y mi testigo en ese instante fue mi v@g¡na. Al cabo de algunos minutos los placeres mermados un poco ya que él preparaba algo. Me sobajaba y apretaba mis nalgas con una mano de vez en cuando.

- Pμtita necesito que te coloques de a gatas así como ya sabes que me encanta.

Ahí me folló con bruscas estocadas su grosor lo tanteaba y mi cl¡toris bien rico rozaba. Volvió la sensación de querer más de él. Sus movimientos comenzaron lentos, comencé a sentir doble sensación entre caliente y algo frío e lubricado que entraba por el otro lado. Fue un vulgar caballero, me trató con mucho cuidado. Poco a poco hasta entrar lo por completo. Que bendito desahogo más intenso. Era una sensación super rara, pero que a la vez me gustaba. Ya cuando me adapté a la anchura del dildo comenzó más rápido. Perdía el control de mis piernas, mi abdomen se contraía, de repente sentí que mis orgasmo era diferente una presión salió de mí y empapó el sofá. Eso provocó que me temblaban las piernas al punto de perder el equilibrio. Él me sostuvo del pecho y quedé sentada de espalda en su falo. Continuo dándome más y más hasta que se corrió. Se echó para atrás y me acostó en su pecho. Allí había resucitado en lujuria y muerto de placer©.

Keila M.

D.R. 2019

Ardiendo en la manos de una DiablaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora