veinticinco

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Mateo

La definición de boludo me quedaba corta. ¿Cómo había caído en esa mentira?
Algo tan tonto e infantil solo se lo podía creer una persona, y era yo.

¿Qué significaba? ¿Qué no confiaba en mí? ¿Cómo había sido capaz de ocultarme algo tan grande como una enfermedad? ¿Qué tipo de persona hacia eso?

Estaba mareado y me sentía un bobo por haberme comido el cuento, tenía una bronca que me carcomía la cabeza como migraña y unas raras ganas de besarla al mismo tiempo. Eso había sido un gran error, casi había olvidado lo magnífico que besaba.

Ella. Definitivamente ella.

Porque por mucho que tratara nunca terminaría de entenderla, por un lado estaba bien pero por el otro no. Era algo extremo pensar que nunca la comprendería por completo pero tenía esa sensación en el fondo.

Todo me daba vueltas en la cabeza y las imágenes en mi cabeza empezaban a coincidir como piezas de rompecabezas. Cuando la había conocido estaba en el hospital, y nunca me había dicho el motivo -aunque tampoco había preguntado- y todas situaciones empezaban a girar en torno a su enfermedad y su verdadero nombre.

—¿Por qué las personas mienten?—las palabras salieron de mi boca y Emilio dejó sus juguetes para prestarme atención.

—Para negar la verdad—su respuesta parecía la de un adulto.

—¿Y por qué negarla?—preguntaba como si ella estuviera escuchandome—Sin verdad el resto pierde sentido.

—Bueno—pensó un momento mi hermano menor—Es fácil,—agarró un autito de plástico y se acercó—A veces deseo tener un hot-weels, lo deseo tanto, que me imagino que éste es uno... Y soy felíz así—se encogió de hombros.

—¿Pero al final del día la realidad no te hace ver un autito común y corriente?—el niño volvió a su lugar para continuar con su juego.

—A veces la realidad tiene que callarse la boca e irse a dormir sin comer—me daba la espalda pero me hizo sentir iluminado, como si de repente me llovieran las respuestas.

No quería justificar las mentiras pero Emilio me había hecho comprender la razón de su engaño.

Poli, o Athena, me había mentido porque no le gustaba ser ella misma, y por mucho que quisiera no podía escapar de ese mundo donde frecuentaba el hospital y tomaba medicamentos a diario. Quizá todo éste tiempo yo había sido su autito hot-weels.

Salí de mi casa a toda prisa ignorando la pregunta repetida de Pedro <<¿A dónde vas?>>.

Los tres días que había pasado sin verla me habían hecho extrañarla,y cuestionarla en muchos sentidos pero por sobre eso la extrañaba demasiado como para detenerme a pensar en que era lo correcto o lo mal que me habían hecho sentir sus mentiras.

Me sentía un poco alejado y descolocado de su vida pero me moría por terminar de conocerla, de saber todo lo que amaba u odiaba, y a quienes frecuentaba o evitaba. No iba a alejarme de ella por mucho que mi voz de razón lo gritara.

Mis pasos aceleradosse convirtieron en una carrera para llegar lo antes posible a su casa.

A lo lejos divisé la siluetas de tres chicas que venían en mi dirección, cuando ya faltaban pocos metros me di cuenta de que ella estaba ahí, mirándome, entre las dos chicas que hacían lo mismo. Con el cabello brilloso y los ojos pausados, su mirada me robó el poco aliento que tenía después de correr tanto.

Me había parado en alto al primer toque de nuestras miradas, estábamos a varios metros pero podía sentir su perfume.

Nuestras miradas dijeron lo correcto porque apenas pude dar un paso antes de tenerla colgada a mi cuerpo. Con sus brazos rodeando mi cuello y mis manos aferrados a su cintura, la cercanía se sentía tan bien.

Su pecho se pegaba al mío como si fueran uno. Respiré aliviado cuando enterró su rostro en mi cuello y yo el mío en el suyo.
Me aparté lo menos posible para unir nuestras bocas y mostrarle la desesperación que me había provocado su ausencia. Al finalizar el beso le di una seguidilla de besitos antes de volver a abrazarla.

—Ajam—una voz desconocida me tomó por sorpresa.

Me molestó que se alejara de mí para mirar a la dueña de la voz, las otras chicas. Un par de personas nos miraban, quizá habíamos llamado un poco la atención.

—Ah—me soltó por completo y me miró por un segundo para volver a ellas—Chicas, el es Mateo—les sonrió y ambas me miraron.—Mateo, ella es Paula—señaló a una más rubia—y ella Malena—la más morocha me sonrió.

—Así que sos vos el que le saca el sueño a Athenita—bromeó y sonreí satisfecho al enterarme de tal cosa, ahora notaba un leve tono rosado en las mejillas de Athena. Era raro pensar en ella con ese nombre, pero no quería cuestionarme mucho, no si eso me alejaba de ella.

🐇;; gracias por todo el cariño y felices fiestas wachinas!!







anestesia ; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora