Capítulo 11

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—Te vi — declaró Cami de camino a la universidad- anoche con Fury- detuvo el auto cuando el semáforo cambió a rojo. 

Había conectado mi memoria USB al equipo de sonido del auto y sonaba Get Up de Shinedown a un volumen moderado. 

No dije nada. 

—Nunca le había visto insistir tanto con alguien— continuó. 

—Quizá porque no había tenido necesidad de hacerlo— me atreví a comentar. 

Cami reanudó la marcha mientras una mirada traviesa adornaba su rostro. 

—De verdad le gustas— canturreó. 

—Te equivocas. A él le gusta la ida de un reto, es lo que le atrae, pero al final desistirá. 

—¿Cómo sabes eso?— me divirtió el gesto de preocupación en ella, esta chica cambiaba de actitud y temperamento a cada segundo de ser posible. 

—Porque es lo que sucede. Todos se aburren al final de perseguir un imposible. 

—Jummm

—¿Qué?— pregunté. Ella solo negó con la cabeza. 

La mañana fue una tortura, tenía mucho sueño y las ojeras marcadas en mi rostro solo me confirmaban que debía dormir. 

Y parecía una buena idea, hasta que la imagen de Moises invadía mi mente. 

Llevaba oficialmente más de 48 horas sin dormir y contando. 

Mientras esperábamos que la primera hora iniciara, fui consciente de la llegada del jeep  y de los pasajeros que se iban convirtiendo cada día que pasaba en algo más y más constante.

Si no hubiese intervenido por Cami, lo más probable es que Fury no reparara a estas alturas en mí a pesar de mi aparición en el bar de Vincent. Un rasgo particular del grupo era que una vez salían del auto, nunca miraban a los lados, siempre al frente y a nadie en particular. 

Les di la espalda cuando iban pasando por nuestro lado; mirando a Cami pude notar su desplazamiento paso a paso hasta que se perdieron en la lejanía y ella volvió a parpadear. 

—Son tan sexys— susurró y yo revoleé los ojos. 

—Supéralo— escupí. 

Admito que me quedé dormida durante la clase de Historia del Arte. Por suerte esa clase se dictaba en auditorio, la mayor parte del tiempo eran sistemas audiovisuales, así que las luces permanecían apagadas, ya saben, para mayor suspence. 

—Señorita Maia— llamó de repente el profesor. Por poco me caigo de la silla.

 —Dígame— murmuré de manera casi intangible.

—Por favor, deme un resumen detallado del Fovismo— arrugué la cara.

—Bueno, la verdad es que no pertenece a mis movimientos artísticos favoritos, pero...— y bueno, ahí expliqué detalladamente todo lo que había leído al respecto. 

Inicios, artistas destacados, obras famosas, descripción del movimiento, bla, bla, bla. 

Al culminar, el instructor no tuvo otro remedio que seguir con la clase como si nada hubiese sucedido. Necesitaba dormir y que todo estuviera a oscuras y que tuviese que poner atención, me dejaba las cosas un tanto difíciles. 

Así que me salí de clase. 

—¿En qué puedo servirte?— preguntó amablemente la pasante de enfermería. 

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