Capítulo 12

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Lo que me agradaba de este grupo era que no se entrometían. Eran amigos, pero cuando un tema era personal no intervenían a menos de que se solicitara de su opinión. 

Hablaron todo el camino hasta que Fury detuvo el jeep frente a una enorme mansión con dimensiones muy similares a las de los aposentos de Cami. Seguidamente se bajaron del auto y de inmediato se perdieron entre la multitud de personas que bailaban al ritmo de la música que resonaba en el lugar. 

—¿Quieres entrar? Tengo que resolver un par de asuntos. 

—No me apetece una fiesta en este momento, la verdad. 

—No voy a dejarte aquí sola. Vamos adentro— dudé en cuanto se quitó el cinturón y abrió la puerta— confía en mí— pidió antes de cerrar. 

Agradecí que no diera la vuelta para abrirme la puerta, hubiese sido extraño. En cambio me esperó frente al auto. 

Una vez me acomodé a su lado, él comenzó a caminar hacia la entrada. Todo el lugar era una locura, todos bailaban, tomaban; me recordaba a cierto lugar. 

No puedo decir que ser recibida con un vaso de vodka sobre mi blusa era algo halagador y mucho menos era alentador perder de vista a Fury en medio de un salón lleno de gente sudorosa que saltaba como loca. 

¡GENIAL! 

Ni siquiera podía moverme entre la gente y las luces neón descartaron por completo la posibilidad de visualizar a Fury, de paso también estaba fallando mi sentido del equilibrio. Irónicamente estaba resultando herida en medio de una pista de baile y yo no tenía ni el ánimo, ni la fuerza suficiente para defenderme. 

Estaba resignada a morir en medio de una estampida de gente, cuando entre las vueltas que daba intentando encontrar una salida, alguien me sujetó antes de caer al suelo. 

—Te tengo— reconocí la voz de Fury muy cerca de mi oreja. 

—Odio las fiestas— me quejé cuando el chico se encargó de llevarme en sus brazos y de paso sacarme de esta incómoda situación. 

Envolví mis brazos en su cuello y él instintivamente llevó las manos a mi trasero y me acomodó de tal forma que resulté envolviendo mis piernas en su cadera. 

—No te lo tomes personal— repuso una vez subió las escaleras conmigo a cuestas sin ninguna dificultad. 

—Lo cobraré cuando me sienta mejor— informé poniendo los pies en el suelo. 

Fury sonrió y me soltó. 

—No tardo— guiñó un ojo y salió por la puerta que quedaba tras mi espalda. 

Solo en ese momento me di cuenta de en dónde me encontraba. Pero no estaba del todo segura de si era su habitación. 

El ruido se escuchaba bastante lejano lo que fue un total alivio para mis oídos, y como curiosa natural que soy, comencé a detallar cada rincón. había un televisor pantalla plana, un equipo de sonido pequeño pero con unos parlantes que daban miedo, una enorme cama matrimonial y un par de repisas que adornaban cada lado de la cabecera con sus respectivas lámparas.

Pero no había cuadros, ni fotos. 

Me percaté también de que había un muro que dividía la habitación y cuando le di la vuelta descubrí un espejo de cuerpo completo y frente a él, dos puertas de madera. 

Justo al rincón vi otra puerta. Ese debía ser el baño. 

Aprovechando el descubrimiento, entré a lavar la parte de mi camisa que apestaba a trago. 

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