CAPÍTULO III

2 0 0
                                    

El tiempo se esfumó tan rápido que a penas si pude percibirlo. Tenía ya 16 años, una nueva etapa en mi vida dio comienzo pues yo ya había dejado de ser tan tímida, era tan extrovertida, inteligente, mi pelo tornado entre café oscuro y claro–el rasgo físico que más me gustaba–es lacio y uno que otro mechón de cabello levemente ondulado. Mis ojos tan oscuros como la noche y en ellos unos lentes color lila.
Hice diversos amigos–una que otra amiga–me había acostumbrado tanto (...).

Mi padre fue despedido tras problemas en la empresa en la que trabajaba y muchas otras cosas difíciles surgieron, mi madre con casi 3 meses de embarazo
Por suerte, no tardó mucho mi padre en conseguir trabajo nuevo, al contarnos de su trabajo nuevo un gran alivio surgió dentro mío–había visto varios días a mis padres desesperados y a veces no teníamos que comer–me preocupaba mi madre y mi nuevo hermanito en camino, pero tristeza fue la mía al saber que debíamos mudarnos nuevamente.
Todo era nuevo para mí, una vez más casa nueva, escuela nueva, rasgos en mi cuerpo que no había notado,...
La primera mudanza no me había pesado, esta vez me peso hasta el alma.

Cuando nos mudamos a la casa de los Lennon y desempacábamos había a lo lejos una cabaña tan interesante y terrorífica al mismo tiempo pues los Lennon nos habían contado muchas historias de dicha cabaña.

Seguí observando y había un árbol recién talado, árbol que de acuerdo con los Lennon se talaba año tras año en un día en específico.
Eso despertaba cada vez más mi curiosidad; fantaseaba con películas de terror y yo viviendo una en ella. La cabaña hacía pensar que estaba abandonada ya que por fuera estaba tan descuidada,vieja y había tanto polvo en los alrededores.

Estaba tan pensativa que había olvidado que tenía que seguir desempacando, entré hasta llegar a mi habitación y quise seguir mirando desde la ventana «no, no, debo terminar y después mirare un poco» pensé y continué.

En cuanto terminé, estaba tan cansada que dejé caer mi cuerpo a la cama–así me quedé durante un rato– miraba hacia al techo y de la nada gire mi cabeza hacia la ventana–estaba tan cerca–ya era el Sol oculto, la Luna se había asomado y brillaban las estrellas. Quise seguir observando la cabaña, por extraña razón anhelaba entrar–ahí viven los Harrison– de pronto una luz por fuera se encendió y la puerta se abre muy lentamente que mi mente divagaba en fantasías–era un chico saliendo–y tan pronto le vi me decepcione. Aquel chico llevaba puesta una sudadera que tapaba parte de su rostro, llevaba algo en la mano, parecía ser un libro–sí si, eso era–pasos lentos daba, había tanto silencio que podía oír el recorrido de las hojas.

Mi madre llamó de la nada que sin darme cuenta brinque del susto–casi soy descubierta–bajé cautelosamente de la ventana hacia el piso y camine lo más rápido posible mientras se mantenía mi cabeza lo más bajo posible.

Era para cenar la razón por la que me llamaba.

¿Cómo te olvido? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora