Capítulo IX

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   En Poimu las semanas transcurrían rutinarias mientras Mazziken se hacía al cambio que le suponía haber aceptado por fin la propuesta de Ciro. Este, así como su búsqueda, se veía estancado en pistas falsas, datos incongruentes y contactos fraudulentos que comenzaban a agotar la paciencia y la moral del líder del grupo, llegando a notarse su desesperación y a tener que confinarse por largas horas en soledad para no diezmar la fuerza de su tripulación. A pesar de esto los propios hombres y mujeres bajo su tutela, tal vez impulsados por la reciente humillación, no cesaban en los preparativos de equipamiento bélico y logístico ni mucho menos descuidaba el entrenamiento de operaciones de alto riesgo con el fin de estar listos para cualquier eventualidad.

   Luego de tres semanas de infructuosa búsqueda llegó a oídos de Êkaro, pistolero y artificiero de la tripulación que el planeta del que provenía, JUSAVE, había entrado en conflicto armado abierto contra los oboismo, quienes habían llegado al pujante mundo bajo el astuto mando de Stolas, El cuervo, quien logró superar la avanzada tecnología de la que se valía el ejército local y pisoteó las experimentadas tácticas de sus altos mandos derrotandolos arrolladoramente en el campo de batalla. Ciro, compadecido y sintiéndose responsable quiso poner al tanto a todos de quién era aquel al que llamaban El cuervo, ignorando que Êkaro ya había atestiguado la oscuridad de su laberíntica mente; el artificiero echó a andar en medio de la oratoria de Ciro y este sabiendo a dónde se dirigía levantó la voz y dijo.

-No puedes marcharte, Êkaro, te necesitamos más aquí.

-Hay gente muriendo allí, sé quién es Stolas, sé qué es capaz de hacer y sé que puedo ser útil.

   Los pasos de Êkaro se habían detenido como si supiera de antemano que la decisión que había tomado no le correspondía en absoluto.

-¿Cuántos morirán si te marchas y no regresas? ¿Y si regresas infectado? ¿Y si ayudas a infectar al pueblo que tanto amas?

   Êkaro permaneció en silencio y finalmente abandonó la sala. A pesar de su determinación y furioso orgullo Jusave, las palabras de Ciro tenían algo que las que resonaban en su pecho no, tenían experiencia. A sabiendas que volver a JUSAVE para librar una guerra que no acabaría de otra forma que dándole más soldados a las huestes de Stolas, el pistolero aceptó de viva voz la negativa de Ciro luego de días de ardientes discusiones, apretó su mano y tras estrecharlo en sus brazos y pedir disculpas por su impulsividad, huyó de Poimu en una nave de emergencia.

   Cuando la noticia llegó a Ciro no ocultó su rabia en el confinamiento, apaleó una puerta e insultó la cabeza hueca del artificiero cuyo fin sabía y esperaba solo podía terminar en la muerte o una condición mucho peor que esta. Al final lo consumió una indiferencia palpable, los más allegados a Êkaro propusieron ir en su búsqueda pero el líder de Poimu se negó rotundamente alegando que ya no había esperanza, no para JUSAVE, los oboismos bajo la influencia de los parasitados se volvían máquinas de guerra insensibles, mangas de alimañas inconscientes y viscerales que a veces hasta eran utilizadas como forraje para las bestias. Sin embargo Elte, una joven tripulante y la impulsora de la iniciativa de rescate logró ablandar su corazón y apaciguar su mente.

-Permiso para hablar, Señor.

-Denegado, Elte, no está a discusión, es tarde.

-Debo desobedecer, Señor. Usted mismo ha dicho que si Êkaro cae en manos enemigas puede acabar condenando a mucha más gente que solo a su planeta. Tenemos naves que pueden alcanzarlo, sabemos a dónde se dirige y podremos pararlo. Él tiene información sobre nosotros, piense por favor que sin ir por él estamos en un peligro mayor que yendo a buscarlo. Usted dice que no hay esperanza para JUSAVE y comparto su opinión, pero si Êkaro es tomado por Stolas nosotros dejaremos de tenerla también.

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