Se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe.
En la puerta apareció un hombre, llevaba una capa negra, y se apoyaba en un largo bastón. El enorme salón fue inundado por el silencio, y todas las cabezas en el Gran Comedor se giraron inmediatamente hacia el extraño. Bajó la capucha de su capa, sacudió su largo cabello, el cual era en parte cana y en parte negro, y caminó directamente hacia la mesa de los profesores.
El golpe sordo de cada uno de sus pasos se distribuyo por cada rincón del Gran Comedor. El hombre llegó a un extremo de la mesa de los profesores, se giró hacia la derecha y fue cojeando lenta y pesadamente hacia Dumbledore.
Un rayo de luz cruzó el salón. Aquella luz había destacado el rostro del hombre, un rostro muy peculiar, por cierto. Andrea ahogó un grito,aunque no parecía asustada, sino sorprendida. Cada centímetro de la piel del extraño parecía una cicatriz. La boca era como un tajo en diagonal, y le faltaba un buen trozo de la nariz. Pero lo que lo hacía verdaderamente terrorífico eran los ojos.
Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante. El otro era grande, redondo como una moneda y de color azul eléctrico. El ojo azul se movía sin cesar, sin parpadear, girando para arriba y para abajo, a un lado y a otro, completamente independiente del ojo normal... y luego se quedaba en blanco, como si mirara al interior de su cabeza.
El extraño llegó hasta Dumbledore. Le extendió su tosca mano y Dumbledore la estrechó cordialmente, el movimiento de sus labios me indicó que se dirigieron unas palabras.
El extraño fue hasta la silla vacía a un lado de la que ocupaba el profesor Dumbledore, se sentó y sacudió su cabeza para apartarse el cabello de la cara.
— Les presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo Dumbledore, demasiado animado para el silencio y la tensión que estaba presente en la sala—: el profesor Moody.
Normalmente, los nuevos profesores eran recibidos con vítores y aplausos, pero esta vez, prácticamente nadie se movió siquiera, ni profesores ni alumnos. A excepción de Hagrid y Dumbledore, cuyas palmadas resonaron tristemente por todo el silencio del Gran Salón, lo que hizo que inmediatamente dejaran de aplaudir. En cambio Andrea, quien también había comenzado a aplaudir, no se detuvo, siguió haciéndolo con entusiasmo hasta darse cuenta del silencio del resto y que ahora las miradas del Gran Comedor se dirigían hacia ella.
A pesar de eso, el extraño se mostraba totalmente indiferente a aquella fría bienvenida.
— Es Alastor Moody —me susurró Andrea, nunca la había visto tan entusiasmada—. Te había hablado antes de él.
— ¿Ojoloco? —pregunté, ella asintió enérgicamente. Mientras tanto, Dumbledore había comenzado a hablar nuevamente—. Él es la razón por la que quieres ser Auror, ¿no? —pregunté nuevamente, ella volvió a asentir con la misma energía de antes. Parecía haberse quedado sin palabras de la emoción.
— Escuché que lo obligaron a dejar su trabajo —dijo Luna, suavemente—, dicen que se ha vuelto demasiado paranoico.
— Él no es demasiado paranoico —dijo Andrea, que parecía ofendida ante tal acusación a su ídolo—, solo es precavido. ¿Cómo es que pueden hablar así del mejor auror de toda la historia?
Cuando el director terminó con su discurso, en el cuál había hablado sobre torneo de los tres magos, todos nos levantamos de nuestras respectivas mesas para dirigirnos a la sala común de cada casa.
— ¡¿Cómo pueden hacer eso?! —protestó Andrea, quien como muchos otros alumnos, parecía disgustada con la restricción de edad-, yo quería participar en el torneo.
— Yo creo que así es mejor —dijo Luna— el riesgo de muerte es bastante grande.
— Si —admitió Andrea, quitándole importancia— pero eso fue hace años, además, ¿es que puede haber diversión sin un poco de riesgo?
— ¿Quieres entrar a el torneo? —preguntó Ginny, llegando a nuestro lado justo a la salida del Gran Comedor. La azabache asintió— Pues apuesto que los bobos de mis hermanos van a buscar la forma de entrar, si vas con ellos tal vez te ayuden. Siguen adentro.
Andrea asintió con una sonrisa y volvió a entrar al comedor.
— ¿No crees que le pueda pasar algo malo si la eligen para el torneo? —pregunté, mirando a la pelirroja.
— Tal vez —respondió—, pero si es tan terca como los gemelos, y creo que sí lo es, va a encontrar la forma de entrar con o sin ellos. Ademas, se trata de Andrea, la conozco desde antes de entrar a Hogwarts, y si la eligen, apostaría todo lo que tengo por ella.
— Pero Dumbledore dijo que se encargaría personalmente de evitar que alguien menor de 17 años entrara al torneo —dijo Luna.
— ¿Quién creen que sea ese juez imparcial? —pregunté de repente. Ambas chicas se encogieron de hombros.
A la mañana siguiente, la tormenta del día anterior había desaparecido, aunque el Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Mientras tanto, Andrea, Luna y yo nos dedicamos a examinar nuestros nuevos horarios.
— ¡Carajo! —exclamó Andrea— Mi última clase son dos horas de Adivinación.
— ¿Por qué no has abandonado esa asignatura si siempre te quejas de ella? —preguntó Luna con curiosidad.
— Porque es eso o estudiar Artimancia, y después de ver las largas y complicadas tareas de Emma el año pasado, prefiero evitarme eso. Además este año voy a hacer los T.I.M.O. y no quiero arriesgarme a una mala nota.
— Deja de llamarme Emma —dije—. Como sea, me voy a clase —me levanté de la mesa y tomé mi mochila.
— Falta casi una hora para que comiencen las clases —dijo Andrea.
— Quiero llegar temprano —respondí simplemente.
Me aleje a paso rápido de la mesa de Ravenclaw y salí del Gran Comedor. Mentí, en realidad no iba a clase.
Caminé hacia los jardines del colegio, quería dar un paseo por ahí, tomar aire y despejar mi mente, esa mañana había despertado con dolor de cabeza y una enorme sensación de cansancio. Tal vez comí demasiado la noche anterior, o simplemente no había dormido como debía. Caminaba tranquilamente sin saber a donde iba, el aire frío de la mañana me golpeaba la cara y me ayudaba a vaciar mi mente.
— ¡Moore!
Escuché a alguien gritar detrás de mi. Inmediatamente me giré para ver a quien me había llamado. Era Malfoy. Estaba a unos cuantos metros y caminaba hacia mi.
— ¿Qué es lo que quieres? —pregunté cuando estuvo más cerca, el dolor de cabeza estaba volviendo de solo ver al chico.
— Un favor... —dijo él, como si le molestara admitirlo.
— Eso explica porqué no me llamaste sangre sucia —respondí fríamente. Él tranquilizó la mirada.
— Moore... de eso se trata precisamente... —comenzó a decir, pero fue interrumpido.
— ¡Malfoy! —gritó un chico, desde lejos, era corpulento, y parecía no pensar por si mismo, lo había visto antes, era uno de los idiotas que lo seguían todos el tiempo.
— ¡Alejate de mi, sangre sucia! —exclamó Malfoy hacia mi, aunque su mirada no decía lo mismo que sus palabras— Lo siento —creí escucharlo decir silenciosamente, aunque de inmediato rechace la idea, me pareció ilógico viniendo de él.
— ¡Vete a la mierda, Malfoy! —respondí sin pensarlo.
Caminé rápidamente hacia el castillo y me dirigí hacia mi próxima clase, tratando de despejar nuevamente mis pensamientos. Pero en realidad no podía. Aunque no quisiera, yo seguía tratando de comprender a ese chico.
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Only You || Draco Malfoy
أدب الهواةI'm broken here tonight and darling, no one else can fix me... only you 💫💕