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No estaba del todo segura de cómo alguien podía verse tan sensual leyendo un libro. No es como si estuviera haciendo algo especial, sólo miraba una página —con esos preciosos ojos verdes que podían convertir mis piernas en gelatina—, y cambiaba las páginas, con sus grandes y musculosas manos, que podían convertir cualquier parte de mi cuerpo en jalea. Incluso allí, sentado, completamente vestido y en silencio, captaba de toda mi atención.

Se veía más sexy allí sentado que cualquier otro modelo masculino que pudiera haber visto en mi vida y, era debido a este hecho, que no me sentía en absoluto avergonzada estando aquí recostada, mirándolo. Tenía la mejor vista desde acá, exactamente alineada con su sillón favorito, tendida en el sofá. Oh sí, asiento de primera fila.

No fue hasta que su lengua se asomó para humedecer sus labios y, que dejé escapar un gemido involuntario, que fui consciente de que él sabía que lo estaba observando.

— ¿Te diviertes, querida? —preguntó sonriendo.

Probablemente hubiera estado furiosa si no estuviera tan excitada en ese momento, y él no se viera tan malditamente delicioso.

—No tanto como podría.

Levantó una ceja sin encontrarse con mi mirada.

— ¿En serio? —me di cuenta de que trataba de mantener un tono desinteresado.

Tuve que morderme el labio para no gemir de nuevo cuando su lengua hizo otra aparición.

— Mm hmm.

— ¿Y posiblemente qué podría hacer tu velada más grata? —preguntó llevando una mano hasta ese cabello bronce impresionante, y alborotándolo.

Respiré hondo, y traté con mi voz constante.

—Oh, no sé, puedes... —hice una pausa y fingí pensar en ello— ¿follarme?

Se rió entre dientes y dejó caer su mano por la parte posterior de su cuello. La camisa se extendía sobre los definidos músculos que se escondían. ¿Por qué tenía que ser tan tentador? ¿Y por qué le seguía dando toda su atención a ese estúpido libro, cuando su esposa estaba claramente necesitada de ella?

—No lo sé, Betty, estoy un poco cansado.

Bueno, si era así como lo quería, dos podían jugar a ese juego.

—Oh, bueno, eso es una lástima, supongo —suspiré con fuerza—. Hubiera sido mucho mejor si también estuvieras implicado. Lástima.

Finalmente levantó la vista del libro. Sin abandonar su mirada, bajé la mano por mi cuerpo, arrastrándola a lo largo de la pretina de mis pantalones de ejercicio. Sus ojos miraron a mi mano, contuve una sonrisa, estaba justo donde lo quería. Metiendo mi mano dentro de mis pantalones, vi que sus ojos seguían cada movimiento que ésta hacía debajo de mi ropa.

Mis ojos se cerraron cuando empecé a hacer círculos en mi clítoris. Dejé escapar un ligero suspiro, sin tomarme la molestia de tratar de ocultarlo; él había pedido esto y no me iba a detener. Sentí que el dolor que había comenzado entre mis piernas, se intensificaba viendo a jughead, y mi mano trabajo más rápido, y yo, gimiendo libremente. Mis caderas comenzaron a moverse al compás con mi mano. Moví mi brazo para que mi otra mano bajara hasta mi abertura, pero fue detenida a medio camino.

𝕹𝖚𝖊𝖘𝖙𝖗𝖆 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖘𝖊𝖝𝖚𝖆𝖑(𝖇𝖚𝖌𝖍𝖊𝖆𝖉) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora