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Suspiré satisfecha, mientras me hundía más en la tina. La cena estaba en el horno, calentándose; y el vino estaba en hielo, enfriándose. Lo único que faltaba era jughead, estaba trabajando doble turno en el hospital, no apto para otro…

¡SLAM!

Me senté de un salto, mientras oía conmocionada que la puerta principal se abría y cerraba. No era como si nadie tuviera la llave de nuestra casa; un montón de personas la tenían, pero por lo menos llamaban primero para asegurarse de que no hubiera problema. ¿Quién irrumpía de esa manera?

— ¿BETTY? —escuché la voz de jughead llamarme antes de que el pánico pudiera fijarse verdaderamente en mí.

Dejé escapar un suspiro de alivio y me hundí de nuevo en mi anterior posición. Respiré hondo para tratar de calmarme un poco.

— ¡ESTOY EN EL BAÑO, JUGHEAD!

Oí golpear sus pies a cada paso, y corrió escaleras arriba y a través de nuestro dormitorio. Se detuvo justo antes de la puerta para empujarla lentamente desde su posición medio abierta, mirando el interior vacilante antes de entrar. Sus ojos vagaban de mi mirada a las burbujas casi derramándose por sobre el borde de la tina.

—Hola —tragó saliva audiblemente y me miró a los ojos otra vez antes de saludarme.

—Hola —respondí—, ¿qué haces en casa tan temprano? —Él alzó una ceja—. No es que no sea genial tenerte en casa tan temprano, pero si fuera sólo el hecho de ¡Vaya por Dios! asustar a tu esposa entonces…

— ¿Qué? —se echó a reír—. ¿Te asusté?

—Sí, ¡me asustaste! Entras corriendo como pollo sin cabeza, golpeando puertas y cosas como media hora antes de lo que se suponía debías estar en casa, ¿y no pensaste que podría asustarme? Y…

Fui interrumpida por su risa.

Entrecerré mis ojos, ¡él era exasperante!

—No. Es. Divertido. jughead.

Dejó de reír, aunque una sonrisa se mantuvo en sus labios. Comenzó a caminar hacia la tina, cayendo de rodillas, y al nivel de mis ojos, cuando llegó al lado.

—No, tienes razón, no es gracioso en absoluto —comenzó a jugar con la considerable cantidad de burbujas que había puesto en la tina—. Lo siento.

Todavía estaba un poco irritada con él por haberse reído de mí, pero decidí dejarlo a un lado. No quería hacer una tormenta en un vaso de agua.

—Está bien —dije en voz baja.

—No, no lo está —susurró—. Déjame compensártelo.

Se arremango su camisa y se alzó por sobre la tina para arrastrar sus dedos por mis rodilla. Mi respiración se atoró.

— ¿Y cómo planeas hacer eso? —pregunté, mi voz no era más alta que la suya. Me volví para mirarlo.

Sonrió.

— ¿Cómo te gustaría que lo hiciera?

Fruncí el ceño. ¿Por qué siempre me volteaba la tortilla?

—Quiero que tú me lo digas.

𝕹𝖚𝖊𝖘𝖙𝖗𝖆 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖘𝖊𝖝𝖚𝖆𝖑(𝖇𝖚𝖌𝖍𝖊𝖆𝖉) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora