Parte 40

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"Y Fuiste tú — Epílogo"

Ryan bajaba las maletas del auto mientras yo veía la casa y todos los autos que estaban a fuera.

—Esta es la última — dijo cerrando la cajuela.

Volteé con él y sonreí. La nieve caía a nuestro alrededor por lo que nos obligaba a usar ropa muy abrigada. Ryan cubría su cabello que estaba al ras de su cabeza con un gorro negro, del mismo color que toda su ropa.

—Extrañaba tanto volver — dije acurrucándome en sus brazos.

Él me recibió contento aspiré su aroma.

—Yo también.

Me separé e intenté tomar mi maleta pero Ryan la tomó primero.

—Solo, déjame llevarla — dijo mirándome.

Sonreí. Amaba a Ryan, como su máscara de persona dura se derretía al ver mi rostro. Como volvía a ser el chico que conocí en clase de biología.

—Ryan, puedo cargar con el doble de mi peso — dije tomándola — que no pueda cargar mi maleta.

Sin más que decir, entramos a la casa.

— ¡Tía!, ¡Viniste! — el primero en recibirnos fue Adler con un gorro rojo sobre su cabeza.

Solté mi maleta y lo abracé fuertemente.

—Hola amor mío — dije cerrando los ojos.

Ryan entró.

— ¡Eh, han llegado el señor y la señora, niños bonitos! — gritó Dean.

Me separé de Adler y le susurré al oído.

—Veinte dólares.

Él me miro con la misma sonrisa.

—Y una patineta.

Cerré los ojos.

—Eres bueno, trato — dije estirando la mano.

—Trato — la estrechó para luego irse.

Me levanté.

—Nicky, ya ni saludas — Allen me abrazó.

Reí.

—Temí que Carter te haya pegado algo — contesté abrazándolo.

— ¡Eh! — gritó él asomándose por la cocina.

—Voy a subir las maletas — dijo Ryan, asentí y él subió las escaleras.

—Nicky — la voz de mi padre hizo que volteara.

—Papá — dije con emoción y corrí a abrazarlo.

—Qué bueno que este bien, me tenías preocupado — dijo estrechándome en su brazos.

—No dejaría que nada le pasara — La voz de Ryan hizo que nos separáramos.

Lo miré y él bajó las escaleras.

—Vaya muchacho que has engruesado — dijo Dean tocándole los brazos.

—Ha comido mucho — Carter le pegó en el estómago.

Él rio.

—Oigan ¿y James y Scott? — pregunté.

Pero no hizo falta que nadie me contestara. La puerta azotó espantando a Allen, y James junto con mi tatuado hermano apareció.

— ¡Tenemos pavo! — gritó Scott alzándolo como el mono al rey león.

James cerró la puerta y nos miró.

Y fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora