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Abro los ojos y luego los cierro porque me incómoda la luz, pero no tardo nada en volver a abrirlos de golpe al no reconocer el lugar en el que estoy, y peor al darme cuenta que Emma no está conmigo

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Abro los ojos y luego los cierro porque me incómoda la luz, pero no tardo nada en volver a abrirlos de golpe al no reconocer el lugar en el que estoy, y peor al darme cuenta que Emma no está conmigo. Solo reposa su cobijita en la mesa de noche que está al lado de la cama.

Me levanto de inmediato. Un leve mareo me ataca y me sostengo de la mesa. Cuando me recompongo decido buscar por toda la habitación que es enorme. Veo una puerta y la abro, esta me lleva al baño, pero nada, no la veo. Los recuerdos de la noche anterior hacen eco en mi mente. Unos ojos marrones y el rostro de un hombre es lo que retumba en mi cabeza.

Trato de entender cómo llegué aquí. Me observo y caigo en cuenta que no llevo la misma ropa de ayer, llevo puesto un pijama, pero ¿Qué? ¿Quién me quitó la ropa? Niego tratando de restarle importancia a eso y presto atención a lo que realmente me importa, tengo que encontrar a mi hija y si... ¿Si el hombre se la llevó?

Acerco mi oreja a la puerta de la habitación y no escucho nada, así que decido abrir, no voy a detenerme hasta encontrar a mi bebé. La puerta me conduce a un gran salón, todo está perfectamente ordenado, estoy dentro de un lugar super gigante. No sé por donde avanzar, si por el gran salón, si subir las escaleras a la segunda planta de la casa de donde se pueden ver varias puertas, o si conducirme por un pasillo que parece llevarme al fondo de la casa. No sé si gritar, solo me quedo estacionada en un sitio por unos segundos y luego decido avanzar al salón.

Me detengo a ver algunos cuadros con fotografías que reposan en la mesa de centro y lo ubico, es él, es el hombre que vi anoche. Está acompañado de una señora mayor y una mujer joven, se parecen mucho físicamente especialmente en el área que comprende los ojos y las cejas, así que no dudo en que sean familia.

—Buenos días.

Una vez gruesa retumba en el silencio y yo ahogo un grito, casi se me cae el cuadro que detallaba. Giro hacía donde proviene el sonido y lo veo, él viene bajando las escaleras. De inmediato mi respiración se acelera y siento como si la sangre se me subiera a la cabeza, si él tiene a mi hija tendrá que devolvérmela. No lo pienso un segundo más para empezar a preguntar por ella.

—¿Dónde está mi hija? —Pregunto con determinación, mientras él baja los escalones con una tranquilidad que me desespera.

—Así que si es tu hija.

—Sí ¿Dónde está ella?

—Pensé que primero se saludaba.

—Yo solo quiero saber dónde está mi hija ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está mi ropa? ¿Quién es usted?— Elevo un poco la voz, guardo distancia mientras él termina de bajar.

Él me mira de arriba a abajo, sonríe y me ignora, camina hacía más adentro de la casa. Yo dejo el cuadro sobre la mesa y lo sigo sin dejar de preguntar desesperada por Emma.

Caminamos hasta llegar a la cocina. Toma un vaso y lo llena de agua, yo sigo sin dejar de hablar preguntando por mi hija. Él parece sordo, no siento que me presta atención.

—Ten— me ofrece el agua.

—Pero...

—Ten—. Sigue ofreciéndome el vaso y busca algo en el bolsillo de su camisa —El doctor recomendó esto, dijo que te sentirás mucho mejor si te las tomas.

Observo lo que tiene en sus manos y es una pastilla.

—¿Qué le hace pensar que tomaré eso? Yo solo quiero a mi hija. Si no me dice ahora mismo dónde está ella llamaré a la policía o gritaré hasta que alguien venga a ayudarme.

—Anoche decías que querías que te ayudara y eso hago. Aunque ahora que te veo así empiezo a arrepentirme, no sé ¿Podrías dejar de gritar, de hacer tantas preguntas y de amenazarme? La verdad eso me desespera.

Entonces recuerdo lo de anoche, recuerdo que es cierto, que le pedí ayuda, pero eso no me sacará de la cabeza que él tiene a mi hija y no quiere devolvérmela.

—El que me desespera es usted, le llevo preguntando un buen tiempo por mi hija mientras usted solo me ignora.

—Te ignoro porque me desesperas, si tan solo cerraras la boca quizá yo pueda hablar.

Muerdo mi labio tragándome unas cuantas palabras al escuchar detrás de mí las tan reconocidas carcajadas de Emma junto con el sonido de un sonajero.

Volteo y el alma me vuelve al cuerpo cuando la veo, no puedo evitar sonreír y casi que correr a cargarla. La sostengo en mis brazos con mucha alegría.

—Mi amor, mi bebé, mi Emma —La abrazo y beso sin parar, ella no deja de reír. La observo y está muy bien.

—Es muy buena niña y muy adorable —Menciona con una sonrisa tierna la señora que la traía. La distingo porque aparece en las fotografías que observaba hace rato.

—Gracias —respondo halagada con una sonrisa. Ella sí me genera confianza.

—Es cierto el bultito rosa o Emma como dices que se llama es más agradable que tú —. Menciona el hombre pasando por mi lado y acercándose a la señora. Emma muestra emoción al verlo y él le sonríe sujetándole la mano.

—Christopher no seas maleducado.

—Creo que me pasé de gentil con una desconocida y de ella pues no puedo opinar lo mismo, pero ni modo, persona al fin y al cabo, así somos.

Su comentario me hizo sentir algo mal, la verdad me había ayudado anoche y mi hija se encuentra muy bien cuidada. Quise abrir la boca para ofrecerle disculpas, pero él me interrumpió.

—Adiós mamá, iré a trabajar
—Sujeta la cabeza de la señora y le da un beso en la frente —Por favor recuérdame no volver a ayudar nunca más a nadie.

Una vez menciona eso, se marcha sin mirarme mientras su mamá trata de excusarlo y yo siento algo de vergüenza por ser desagradecida.

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¡Hola! No sé si todavía quede alguien por aquí, siento mi ausencia 😅🙈...
Vengo regresando muy lentamente y gracias a quienes siguen por su paciencia y espera.

~Nos leemos 💌...

~Diana 💕...

✔26/12/2019...

No Te Dejaré Caer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora