Aquel trozo de dulzura, mirada angelical y sonrisa descolocadora.
Su hija, su princesa, aquella personita que algún día fue lo peor que le pasó en la vida, sin el apoyo de sus padres ni de su novio, pasó por muchos esfuerzos durante su embarazo y d...
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Me encuentro caminando de lado a lado en el pequeño espacio de mi habitación con la angustia adueñandose de cada una de mis partículas.
Tengo miedo, mucho. El suficiente como para que el llanto me ahogue, los pies me tiemblen y sienta asfixiarme.
¿Cómo voy a decirles? ¡¿Cómo?!
Las palabras de papá me taladran el cerebro que siento que me da migraña, él siempre dice: Primero los estudios, ¡Estudiar y no más! Pero no, ahí va su hija en contra de todo y metiendo la pata hasta el fondo. Él definitivamente va a matarme cuando se entere, literal.
Lo peor es que me involucré con el más grande idiota de toda la secundaria, con Nicolás Aristizábal, he estado llamándolo cientos de veces desde que me enteré de la noticia, pero no responde, ha desaparecido y no ha regresado a estudiar. Su madre no me da razón, su hermana tampoco, lo que aumenta mi desespero, me siento usada y abandonada.
Todo era diferente cuando empezamos a ser novios, siempre respondía las llamadas y decía que yo era la mejor mujer del mundo y ¡Me duele! Me duele porque yo le creí, porque yo si lo amé y por eso le entregué todo.
Mi corazón palpita fuerte cuando se acerca la hora de enfrentar a mis padres, ellos son los únicos que pueden ayudarme, solo me queda esperar que sientan algo de piedad por mí, aunque papá es muy estricto en todo el sentido de la palabra y mamá no creo que me apoye si él se niega a aceptarlo.
No he dejado de llorar en toda la tarde porque hoy es el día indicado, papá ha estado muy preocupado por mis estados de salud, las náuseas me atacan constantemente, por esto casi no como y deseo dormir todo el día. Mañana él apartó una cita con uno de sus amigos médico para que me atendiera, me hiciera una rutina de exámenes y ahí se darían cuenta, razón por la que prefiero decirles yo la verdad y así evirtarles una mayor vergüenza.
Los minutos corren y corren, intento llamar de nuevo a Nicolás para que me apoye al menos en decirles a ellos, pero siempre cae al buzón. Arrojo frustrada mi celular contra la cama.
Respiro fuerte y pausadamente intentando relajarme, me introduzco en el baño y me observo en el espejo, en mi rostro se refleja el paso de las lágrimas, mis ojos están rojos al igual que toda mi cara, abro el grifo de la llave del lavamanos y recibo el agua en mis manos para enjuagar mi rostro.
Recojo mi cabello en una coleta alta y vuelvo a respirar antes de salir del baño. Me recuesto un rato en la cama mientras observo en el celular un mensaje de mi amiga Cindy que está muy preocuoada por mí, resoplo y paso el chat en busca del de él, siempre guardo la esperanza, pero no, permanece igual que hace dos semanas, que ayer, solo aparece enviado y no recibido.
Dejo a un lado mi móvil para dormir y no pensar, pero tan pronto cierro los ojos su voz me llega como una presión que se instala en mi pecho y siento de nuevo las náuseas atacarme.
