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—¡A la venta, agua, dulces! lleve su agua para el calor

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—¡A la venta, agua, dulces! lleve su agua para el calor.

Ofrezco en uno de los semáforos más concurridos de la ciudad. El sol es inclemente y gotas de sudor mojan mi cuerpo. Los pies me pesan más que nunca, pero no voy a ceder hasta vender más de mi meta diaria.

A pesar de lo agotada que me siento ya siendo casi las tres de la tarde no dejo de sonreír ofreciendo los productos y paseando entre los vehículos que quedaron atrapados por el semáforo en rojo. Pienso que la sonrisa me hace más amena a ellos y así ojalá puedan colaborarme con cualquier compra.

—¡Seño! —unas vocesillas llaman mi atención, giro mi cabeza hasta donde escucho el llamado y vuelvo a extender mi sonrisa cuando los ubico. Un par de niños asoman la cabeza por la ventana de un auto. Son muy parecidos y no deben de tener más de seis años.

—¡A la orden! —llego con voz animada hasta ellos.

—Deme uno de esos dulces rojos —estira la mano señalándolo.

—Y a mí uno morado —pide el más pequeño.

Me apresuro a atenderlos antes de que el semáforo cambie.

—Aquí tienen —les entrego sin dejar de sonreír, los niños se me hacen muy tiernos.

El hombre de un traje oscuro muy elegante, quien conduce me pregunta cuánto es y le digo. Él me da un billete y dice que me quede con el cambio, aunque el cambio no es mucho le agradezco feliz porque todo suma.

A los pocos segundos el semáforo cambia y me escabullo hacía el andén, busco el borde en el que suelo descansar mientras la luz roja vuelve a aparecer. Suelto una sonrisa que me llena un poco de paz, poso mi mano libre sobre mi vientre que aún no se nota mucho, pero en donde el huésped se hace sentir, las naúseas me atacan casi a diario, afortunadamente es solo en las mañanas antes de salir a trabajar.

Siempre llevo a mi bebé en mis pensamientos y como no hacerlo. Hace tres días pasé por una tienda de artículos para bebés y sentí una atracción inmensa de comprarle cualquier cosita, especialmente unos conjuntos blancos y unos pañalitos. Por eso me estoy esforzando más, para lograr dinero extra y poder surtir mi pequeño negocio. Que solo consta de una cava que cargo y en la que deposito agua en bolsa y botella, también algunos dulces que dejo a la vista, así los pequeños se antojan y piden comprarlos.

Las ventas a veces son buenas, otras no tanto y aunque el sol hace que el calor sea insoportable y mi cuerpo se agote más, ese es mi pasaje directo a que las ventas sean más activas, cuando llueve o el día está nublado es todo lo contrario y salir de la casa de mi tía es una total perdida de tiempo.

No Te Dejaré Caer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora