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Por fortuna logro reaccionar rápido y evito que ambas se golpeen con el piso

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Por fortuna logro reaccionar rápido y evito que ambas se golpeen con el piso.  Me siento aliviado de haberlo conseguido.

Con la respiración agitada por lo que ocurrió hace un momento puedo moverme lo suficientemente lento para notar que dos esferas color café me observan con ¿Incertidumbre? ¿Miedo? ¿Desconfianza? Y lo entiendo.

—Todo va a estar bien, va a estar bien —le hablo a la pequeña que no sé en realidad si entienda lo que le digo, solo trato de que no llore aunque estoy muy seguro que es cuestión de segundos para que rompa a llorar, sus ojos brillan con lágrimas y sus labios están arqueados hacía abajo formando un puchero. Es lógico que llore, yo soy un completo extraño para ella, pero no, no soporto el llanto de los bebés y no sé que haré si ella lo hace ahora.

Intento no hacerle demasiado caso, quizá si piense que no la miro se distraiga y no llore.

Me agacho con la bebé en brazos para prestarle atención a la chica, toco su frente y está ardiendo, está temblando, además su ropa por el contrario de la niña que está muy seca, la ropa de ella se encuentra muy húmeda, debió recibir toda la lluvia.

¡Maldición! —Exclamo bajito para mí, no quiero asustar al pequeño bultito rosa que tengo entre mis brazos. No sé porqué tuve que encontrarlas yo, si yo no soy un alma caritativa. Lo peor es que en el fondo de mí algo me dice que tengo que ayudarlas, la mirada suplicante de la chica permanece en  mi memoria y aunque todos piensan que soy un ser sin corazón pues si lo tengo. No puedo dejar a una bebé sola en la calle con su... no sé si es madre o su hermana desmayada.

He intentado darle pequeños golpes en las mejillas tratando de hacerla reaccionar pero no lo logro. Así que sé que es momento de tomar acciones.

Tomo mi celular y llamo a Richard, mi médico de confianza para que la atienda en casa, afortunadamente me atiende y quedamos de encontrarnos allá.

—Voy a ayudarla ¿Si? —me siento muy patético hablándole a alguien que solo me ha untado de baba.

Camino con la bebé en mis brazos hasta mi auto. Si quiero cargar a la chica tengo que dejar a la niña aquí, la acuesto con cuidado en los asientos traseros y trato de asegurarla lo más que puedo con el cinturón.

—Yo ya vengo ¿Si? No te muevas mucho que ya regreso... No, no, no me hagas eso —volteo a mirar a la acera donde la chica empieza a hablar frases sin coherencia— Quédate quieta y no, no, no —pero es tarde sus ojos en microsegundos empezaron a desprender lágrimas y toda su carita se puso roja concluyendo en el llanto insoportable de bebé.

—No llores, calma bebé, calma, no llores —trato de tranquilzarla con leves palmaditas en sus piernas pero nada hace efecto.

A los bebés le gustan los sonidos y cosas que se muevan y llamen su atención, o eso creo ¡Maldición! Yo no soy ningún niñero. Respiro buscando toda la tranquilidad que necesito para esto. Saco mi llavero y en mis manos muevo las llaves consiguiendo que produzcan un sonido entretenido para la bebé.

No Te Dejaré Caer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora