E

280 26 0
                                    

Hana se dejó caer exhausta en su cómoda cama después de un largo día en la universidad. El constante ajetreo de clases, tareas y proyectos la había dejado agotada, pero la sensación de alivio al estar en casa era indescriptible. Manchitas, su gato calicó, saltó con gracia a la cama, ronroneando mientras buscaba cariño. Hana le acarició suavemente el pelaje, agradeciendo tener a su leal compañero peludo a su lado.

Tras una cena rápida y reconfortante, Hana decidió seguir el anhelo de su cansado cuerpo y se preparó para ir a dormir. Se cepilló los dientes y se puso su pijama favorito, sintiendo cómo la fatiga cedía paso a una agradable sensación de relajación. Mientras se deslizaba bajo las sábanas, se permitió un suspiro de alivio.

Sin embargo, un sonido melodioso y triste llamó su atención. Una suave y cautivadora melodía de piano se filtró por la ventana abierta, envolviendo la habitación en una atmósfera de melancolía. Hana frunció el ceño, intrigada por la fuente de esa música que parecía traspasar las paredes. Siguió el sonido y, con cuidado, sacó la cabeza por la ventana.

Su mirada se posó en el apartamento vecino, donde la luz tenue revelaba a un joven apasionado tocando un hermoso piano de cola. La música fluía de sus dedos con una mezcla de tristeza y belleza, creando un vínculo emocional con Hana. Era como si las notas fueran un eco de sus propios sentimientos, una conexión silenciosa entre dos almas desconocidas.

Hana se dejó llevar por la música, dejando que la melodía la envolviera por completo. Cerró los ojos y se permitió perderse en las profundidades de la pieza, encontrando consuelo en las notas y dejando atrás las preocupaciones del día. El tiempo parecía detenerse mientras el chico tocaba, y Hana se sintió agradecida por ese momento de serenidad inesperada.

La última nota resonó en el aire, y el joven pianista se levantó del banquillo con gracia. Hana observó cómo apagaba las luces y se sumía en la oscuridad, sintiendo como si un hechizo se hubiera roto. Supuso que él también se estaba preparando para descansar, y decidió hacer lo mismo.

Apagó las luces de su propia habitación y se acomodó bajo las mantas, reflexionando sobre la experiencia única que acababa de vivir. La melodía del piano había dejado una huella en su corazón, recordándole la belleza y la conexión que la música podía crear entre extraños. Con una sonrisa en los labios, cerró los ojos y se dejó llevar hacia el mundo de los sueños, llevando consigo la melodía melancólica que había compartido con el misterioso pianista.



***
Hana en multimedia 😊

El Pianista; myg [ADAPT.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora