El romano parecía estar soltando toda su frustración en el cuerpo del egipcio, comenzando con fuertes puñetazos y pasando a lo que solo se podría considerar un intento de desgarrar la piel del egipcio con sus propias manos.
No creía que el dolor que sentía pudiera empeorar.
Por supuesto, la habilidad de Roma para lastimarlo aún no encontraba su límite.
Sus alas. La única parte de su cuerpo que se había salvado vagamente de la brutal paliza...
Supo el momento exacto en que Roma las sostuvo, una en cada mano, Egipto hizo un último intento desesperado por evitar lo que sea que planeará hacer su agresor.
— Por-por favor Ro-Roma ¡pied-piedad!— Si hubiera estado menos desesperado, se habría dado cuenta de la gran pérdida de tiempo que era pedirle piedad a un ser como Roma.
Por supuesto que el desgraciado se rió en su cara.
— ...hhahaAHAHAhhaahhh... hayy mi amor...— La burla en su voz era palpable.— Perdiste el derecho a pedirme cualquier cosa en el momento que corriste.—
Y sin mayor advertencia, arrancó con todas sus fuerzas las plumas de una de sus alas.
Por un segundo, Egipto juró que el mundo de detuvo.
Entonces el dolor regresó con todas sus fuerzas.
— ...hhhhhaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!— Su gritó cortó la quietud nocturna que aún habría existido fuera de aquella casa, los soldados romanos cercanos se estremecieron al solo imaginar qué estaría ocurriendo en aquel lugar.
Aquel grito fue seguido de más, cada uno parecía ser más fuerte que el anterior. Roma no parecía reaccionar a aquellos lamentos y continuó destruyendo las alas que una vez elogió.
Horas después, el egipcio se encontraba hecho un ovillo en el suelo, su voz se había ido hace mucho tiempo y la sangre seguía escurriendo de su espalda, ahí donde sus alas mostraban señales de haber intentado ser arrancadas.
Nada de esa escena movió la más mínima compasión en el Imperio Romano.
— Levántate, estás manchando mis suelos con tu sangre— Espero un poco y al no obtener respuesta propinó una fuerte patada al cuerpo en el suelo, obtuvo algo que parecía un gruñido ronco. —Tengo asuntos que atender en mi capital, cuando vuelva no solo quiero verte de pie sino que quiero que hayas limpiado toda esta sangre ¿entendido?— Volvió a recibir el gruñido ronco y tomándolo como una afirmación salió del lugar.
Afuera los rayos del sol empezaban a asomarse.
Roma no notó o no le importo que todos los soldados a los alrededores le diesen miradas que iban desde cautelosas a francamente disgustadas luego de todo lo que escucharon.
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...Creo que me pase tantito.
¿Alguien sabe si existe un contrario al violentómetro? realmente estoy considerando darle a este niño un final feliz.