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𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘷𝘰𝘵𝘢𝘳!༺✩༻❀༺✩༻

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𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘷𝘰𝘵𝘢𝘳!
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Los mellizos se tardaron varios días en acostumbrarse a su nueva libertad. Nunca se habían podido levantar a la hora que querían, ni comer lo que les gustaba. Podían ir donde les apeteciera, siempre y cuando estuvieran en el callejón Diagon, y como esta calle larga y empedrada rebosaba de las tiendas de brujería más fascinantes del mundo, Harry y Clarise no sentían ningún deseo de incumplir la palabra que le habían dado a Fudge ni de extraviarse por el mundo muggle.
Los dos juntos desayunaban por las mañanas en el Caldero Chorreante, donde disfrutaban viendo a los demás huéspedes: brujas pequeñas y graciosas que habían llegado del campo para pasar un día de compras; magos de aspecto venerable que discutían sobre el último artículo aparecido en la revista La transformación moderna; brujos de aspecto primitivo; enanitos escandalosos; y, en cierta ocasión, una bruja malvada con un pasamontañas de gruesa lana, que pidió un plato de hígado crudo.
Después del desayuno, los mellizos salían al patio de atrás, Clarise sacaba su varita mágica, golpeaba el tercer ladrillo de la izquierda por encima del cubo de la basura, y se quedaban esperando hasta que se abría en la pared el arco que daba al callejón Diagon.
Harry y Clarise pasaban aquellos largos y soleados días explorando las tiendas y comiendo bajo sombrillas de brillantes colores en las terrazas de los cafés, donde los ocupantes de las otras mesas se enseñaban las compras que habían hecho o discutían sobre el caso de Sirius Black. Ahora ya ninguno de loas dos tenía que hacer los deberes bajo las mantas y a la luz de una vela; ahora podían sentarse, a plena luz del día, en la terraza de la Heladería Florean Fortescue, y terminar todos los trabajos con la ocasional ayuda del mismo Florean Fortescue, quien, además de saber mucho sobre la quema de brujas en los tiempos medievales, daba gratis a Harry y Clarise, cada media hora, un helado de crema y caramelo a Harry y un helado de chocolate y fresa a Clarise.
Después de llenar el monedero con galeones de oro, sickles de plata y knuts de bronce de sus cámaras acorazadas en Gringotts, ambos necesitaron mucho dominio para no gastárselo todo enseguida. Tenía que recordarse que aún les quedaban cinco años en Hogwarts, e imaginarse pidiéndoles dinero a los Dursley para libros de hechizos. Para no caer en la tentación de comprarse un juego de gobstones de oro macizo. A Harry le tentaba una gran bola de cristal con una galaxia en miniatura dentro, que habría venido a significar que no tendría que volver a recibir otra clase de astronomía, en cambio a Clarise le tentaba mucho no comprarse por lo menoa 30 libros de Flourish y Blotts por día, bueno, y les tentaban muchas cosas más...

[...]

Al pasar los días, Harry y Clarise empezaron a buscar con más ahínco a Ron y a Hermione.

Por aquellos días llegaban al callejón Diagon muchos alumnos de Hogwarts, ya que faltaba poco para el comienzo del curso. Los mellizos se encontró a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, compañeros de Gryffindor, ambos amigos bastante más cercanos de Clarise que de Harry; en la tienda Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch, donde también ellos se comían con los ojos la Saeta de Fuego; se tropezaron también, en la puerta de Flourish y Blotts con Neville Longbottom, un muchacho despistado de cara redonda. Harry no se detuvo para charlar; Neville parecía haber perdido la lista de los libros, y su abuela, que tenía un aspecto temible, le estaba riñendo.

Perfection - George Weasley y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora