~Ese es mi nombre~

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Mi piel ardía y mi mano temblaba del dolor. Yo gemia del dolor. Él sin piedad apretaba mi mano para que yo no pudiera quitarla.

-Para... por favor...-le decía entre llantos y alaridos.

-¿Me estás dando órdenes?-aunque el líquido de esa botella de unos 1.500 mililitros se había acabado por fin, Diavolo continuaba apretando mi mano.

Tal vez fue por la gravedad del momento o la poca capacidad que tuve para poder resistir la psicopatía de aquel hombre. Pero me dolía y me arrepentí de no haber huido cuando tuve la oportunidad.

Y sin siquiera analizarlo, aprovechando que Diavolo se encontraba arrodillado enfrente de mí. De forma impulsiva le di una fuerte patada en el pecho. Él callo al piso y yo, sin rumbo fijo, corrí.

Corri hacía una puerta que estaba entre la oscuridad de la sala. Por suerte estaba abierta y sin voltear a ver si Diavolo se levantaba, entre. Había sólo un largo corredor, muy oscuro, apenas alumbrado por unas cuantas velas.

Se escuchaba el grugir de la madera, unos pasos fuertes y rápidos se acercaban al corredor a mis espaldas. No lo dude más y me adentre a la oscuridad del corredor.

Había una puerta al otro extremo. Era pesada, la cerradura era de hierro que al tan sólo intentar abrirla, se me quedaron restos de oxidación en las manos.

Con fuerza empuje aquella pesada puerta mientras la puerta del otro extremo se abría. Entonces logré abrir esa puerta y apenas salir me topé con bancas acomodadas en dos hileras; si, estaba en una iglesia y justamente salí a donde se hacen las ceremonias.

"¿por qué diablos Diavolo me trajo aquí?"

Ahí estaba todo; velas, bancas, pinturas y cristales con imágenes religiosas. Estaba una mesa principal donde había una copa vacía y obleas blancas.

Era una iglesia abandonada, olvidada pero no descuidada. Me preguntaba si tal vez este era el hogar de Diavolo, un sitio extraño y bastante exótico para ser habitado. Pero qué puedo decir, Diavolo no parece ser normal.

Cerré la gran puerta, impedi gloriosamente que Diavolo pudiera entrar por mi. Por más fuerte que sea, no puede contra el gran candado de hierro.

Por mi cabeza pasaron todas las iglesia que habían cerca de mi ciudad, pero se hacía más ilógico entre más lo analizaba. Sé que en mi región hay alrededor de tres iglesias. Pero he estado en todas; ninguna abandona y ninguna parecida a esta.

"Esto no es Nápoles" pensé.

Daba igual, estaba a unos pies de mi libertad. Deslumbrante se veía una luz salir por una puerta enfrente de mí.

Con felicidad y una gran sonrisa me acerqué. Para qué correr, no había prisas. En cuanto abriera esa puerta, entraba a mi libertad.

Sólo debía correr y una vez estando afuera, correr para hallar a alguien. Sólo era eso, abrir esa puerta y pronto estaría con mi mamá.

"Lo logré, logré escapar..."

Girando la perilla lentamente me abría pasó a mi libertad. Sin embargo, apenas los rayos del sol y la brisa del afuera tocaba mi rostro. Justo al abrir la puerta lo único que vi fue una gran campo con pastos verdes y un mar. Una paisaje hermoso siendo arruinado por la figura de Diavolo posado justo en el abrir la puerta.

"Imposible ¿cómo es que llegó hasta aquí?"

-Es una verdadera lástima- me dijo de brazos cruzados observandome decepcionado.

DiavoloXReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora