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Cuando tenía 8 años, mi padrastro me llevó en su auto a un lugar situado a 3 horas de casa. Me dejó en una calle desconocida y me dijo: "Encuentra la forma de volver". Lloré porque no tenía ninguna moneda. Pedí ayuda, sintiendo que nadie me quería en este mundo. Después de seguir una secuencia de buses, con la ayuda de gente mayor que me guiaba y regalaba monedas, logré llegar a casa. Era de noche, toqué la puerta, todo mojado por la fuerte lluvia. Me abrió papá con un gesto inexpresivo.

"Mi madre nunca habría permitido esto" pensé esa vez y tantas otras.

Por eso, cuando pasó lo del laboratorio, mantuve la calma. Ya me habían pasado cosas parecidas.

El 5 de enero de 2019, yo estaba allí, echado en la cama, mirando el techo. Me pasaban comida por una pequeña puerta. Tenía un baño con una ducha de agua fría y caliente.

Y el Núcleo estaba allí, observándome.

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