11| El Parking

2K 183 64
                                    

Llevaba un vestido color turquesa que teóricamente combinaba con el color anaranjado de mi cabello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llevaba un vestido color turquesa que teóricamente combinaba con el color anaranjado de mi cabello. También me había calzado unos botines con tacón de color claro. No solía llevar ni una cosa ni la otra, pero Kiki y Pedro se habían puesto muy pesados con que me arreglara un poco para salir hoy. Y, como me hacía mucha risa lo bobos que se ponían cuando me arreglaba un poco, les hice caso.

Aunque el vestido era bastante simple, con la falda estilo círculo, −que se llamaba así porque estando ajustada a la cadera iba creando con su vuelo una forma circular− y los botines eran de tacón grueso porque si me llegaba a poner otra cosa no sería capaz de avanzar ni una calle. Además, había maquillado mi semblante. Me encantaba usar sombras de ojos para mis párpados.

Con lo cual, Pedro halagó mi conjunto, pero Kiki lo maldijo asegurando que los tacones de verdad eran más altos y de aguja.

—Me gustaría verte a ti andando con ese tipo de zapatos —le recriminé un poco cansada de ese tipo de comentarios.

—Si estoy de broma, tonta. —Pasó su brazo por mi hombro. Era tan alto que mi cabeza se situaba a la altura de su pectoral—. Te queda muy bien.

—Ya lo sé. —Sonreí con suficiencia mientras hacía un gesto con las manos que exageraba mi comentario.

Nos tomamos una previa todo nuestro grupo de amigos en un bar cercano a una de las zonas de pubs y discotecas. La clásica cerveza antes de pasar al ron. O a lo que fuera que bebiera cada uno.

Mis amigos salían a fumar cada dos por tres, pero al menos lo hacían por turnos para no dejarme sola dentro del local. Cuando nos hubimos cansado de charlar y contar batallitas y anécdotas, nos desplazamos a otro tipo de recintos donde podíamos bailar y hacer el tonto abiertamente.

La discoteca a la que entramos se llamaba El Parking y solían poner música indie al igual que techno. Variaban bastante con la música y no había ningún problema con ello. Solíamos empezar la noche allí y, si queríamos bailar algo de reggaetón u otra cosa, nos íbamos a otra de las que había.

Era jueves, el único día que no había recibido ningún tipo de mensaje de Aníbal. El resto de días me continuó escribiendo, pidiendo nuevamente disculpas y preguntándome cómo me encontraba. Y yo, por supuesto, no le contesté a tan siquiera uno de ellos.

Lo último que recibí de él decía: Por favor, dime algo. Me siento como una mierda.

Quizá era por aquellos WhatsApps tan insistentes que me habían estado llegando a lo largo de la semana, que encontrármelo allí dentro bailando con una chica no era algo que me hubiera llegado a plantear cuando había salido de mi casa hacía unas horas.

Fingí que no le había visto y, por supuesto, no le había dicho nada a mis amigos de su presencia y esperaba que ellos tampoco se percataran. Comencé a beber alterada de la copa que me había traído Pedro e intenté bailar en vano, pues no dejaba de mirar de reojo en dirección al susodicho.

Mi pequeña muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora