Dulce

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De las cosas que más disfrutaba Natasha, eran las conversaciones con Steve. Podían estar hablando de lo más banal o de lo más importante... y en cualquier de los casos ella se perdía en sus palabras, en la forma en que sus labios se movían, sus ademanes...

Y a veces sentía que era una rara por verlo así. Pero daba igual, lo necesitaba tanto como a respirar, había pasado tanto tiempo sin ver su rostro, que sentía que lo merecía.

—¿Nat?.

—¿Decías?.

—Creo que no me escuchaste los últimos cinco minutos. ¿Pasa algo?.

—¿No?.

—Natasha...

—Me golpee la cabeza contra el suelo, a gran velocidad, quizá quedé algo retardada— Dijo, escondiéndose tras su taza de café, dando un sorbo y a la cual después le agregó tres cucharillas de azúcar.

—Nunca te había visto poner azúcar a nada.

—Quizá hayan cambiado algunas cosas, tal vez ahora me guste dulce.

Le sonrió mordiendo su labio y bajando del banquillo en el que estaba sentada, para abandonar la cocina dejando a Steve con el rostro desencajado.

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Con los ojos cerrados, se dedicó a disfrutar de los sonidos del exterior... los cantos de los pájaros, las hojas de los árboles moviéndose con el viento ligero; Nunca había odiado el silencio, hasta que se encontró sola, vagando en otra dimensión. Los primeros días había pasado inadvertido, luego comenzó a ser doloroso... en su cabeza comenzaron a sonar las voces y llantos de las personas a las que les había quitado la vida y pedían clemencia en sus últimos respiros. No sabía si estaba perdiendo la cordura, pero se aferró a ella tanto como pudo.

«Blackbird singing in the dead of night
Take these broken wings and learn to fly
All your life
you were only waiting for this moment to arise...

Black bird singing in the dead of night
Take these sunken eyes and learn to see
All your life
You were only waiting for this moment to be free...»

No era particularmente una persona que disfrutaba de cantar por lo alto; esa alegría se la robaron incluso antes de que fuera consciente de que la tenía. Pero en esos momentos de locura, fue lo que la mantuvo en una pieza.

Seguía preguntándose si ese era el purgatorio.

Habían pasado días desde que volvió y aunque sentía inquietud, quiso convencerse que debía ser por todo lo que vivió los meses anteriores; «no hay nada que temer» se repetía constantemente.

—Natasha...— La voz de Carol Danvers la sacó de sus cavilaciones, se giró para encontrarse con una rubia muy diferente a la que había visto la última vez. Iba vestida de civil y usaba el cabello muy corto en un corte moderno.

—Hey Carol, es bueno verte— Le dijo sinceramente— Te va muy bien la nueva imagen, me gusta.

—Gracias...— Dijo con una sonrisa en medio de un ligero sonrojo— Las gemas están reunidas aquí, sentía que debía mantenerme cerca. Incluso ahora que ya no hay un Thanos.

—Aún así, siento algo al fondo del estómago... algo no está bien. No puedo explicarlo.

La rubia la veía con duda, no sabía si debía tratar el tema, pero al final lo hizo.

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